La denuncia sin panfleto
AlmudenaAlmudena Grandes ocupa ya un lugar insustituible en la narrativa española contemporánea. Su estilo literario la vincula a la mejor tradición realista de ascendencia cervantina y galdosiana, aunque no fue este exactamente su primer impulso creativo. Cabe recordar que alcanzaría cierta notoriedad con una novela erótica, «Las edades de Lulú» (1989), donde ya demostraba su habilidad habilidad para combinar el relato sensual con la introspección psicológica. No tardaría en variar el rumbo estético de su literatura para adentrarse en sentimentales historias donde combinaba la pasión amorosa con el desencuentro de los afectos, y los secretos familiares con los vaivenes de la dinámica social; es lo que, entre otras cuestiones, hallamos en novelas como «Te llamaré Viernes» (1991).
Inquieta indagadora de las posibilidades expresivas, avanzará hacia un registro narrativo que, tomando como modelo una renovada formulación de los Episodios nacionales de Galdós, ofrecerá un amplio panorama de las inquietudes sociales de nuestra contemporaneidad; y ello sin perder de vista la profundidad psicológica de los personajes, la fuerza del compromiso civil o el rigor de las referencias históricas. El resultado de ese empeño son las cinco novelas que componen la serie «Episodios de una guerra interminable», cuyo último título, «La madre de Frankenstein», aparecía este pasado año, y en la que, en el ambiente de la dura postguerra española, fluía una desgarradora historia de amor. De nuevo, aunque ya con un sólido espíritu de crítica social, desfilaban las asendereadas vidas de unos personajes maltratados por las circunstancias. En más de una entrevista declaró que la literatura, inmersa en el medio social que la genera, cumple una función concienciadora, por la que el lector se reconoce en su identidad colectiva.
Más allá de la convencional novela histórica, su obra adquiere así una dimensión de profundidad sobre la memoria y el pasado, gravitando ambos sobre la percepción de la realidad. Se trata de una innovadora vuelta de tuerca al realismo descriptivo, transformándolo en un instrumento de denuncia que, sin panfletarismo alguno, es capaz de afrontar los matices de la existencia. Sin olvidar, a todo esto, la deriva ética de los conflictos argumentales que a menudo encontramos en esta novelística. Nos ha dejado Almudena, pero su literatura permanecerá como ejemplo del realismo crítico teñido de bien templada sentimentalidad.