Vita mutatur non tollitur
Fernando Sánchez-Dragó
Esedictumdeorigenpagano,queEsedictumdeorigenpagano,que el cristianismo hizo suyo, es la frase que campeaba el otro día en el recordatorio del funeral celebrado en memoria del neuropsiquiatra, profesor, escritor y especialista en el chamanismo y sus terapias de sanación José María Poveda: un viejo amigo, un amigo de los de verdad... Me entregó la cartulina uno de sus hermanos al entrar en la Iglesia del Espíritu Santo de Madrid, que es donde se oficiaron las exequias. Es posible que la frase, en estos tiempos de proscripción y prescripción de las Humanidades, necesite ser traducida. Su mensaje es de consuelo y de anhelo. Viene a decir lo mismo que en el ámbito de la Física y de la Química sentenció Lavoisier: «La energía no se crea ni se destruye. Se transforma». El cristianismo está teológica y teleológicamente de acuerdo en el corolario y en la segunda premisa, pero no en la primera, ya que su cosmología es, como en la del Islam y el judaísmo, creacionista. Las restantes religiones no lo son y coinciden con la visión pagana del universo entendido como anima mundi, que es por definición preexistente a cuanto la fenomenología y las creencias nos transmiten. Vuelvo a la frase latina... La vida, nos dice, cambia (mutatur), pero no se extingue, no se consuma, no se consume, no se apaga, no perece, no desaparece (tollitur). José María Poveda era, a su modo, cristiano, pero no creacionista, pues el chamanismo es animista. Yo también lo soy: si el principio divino no está en todas partes, incluyéndome a mí y a usted, lector, es que no está en ninguna. La Baghavad Gîta, evangelio mayor del hinduismo predicado en el Mahabharata, sostiene que lo que no existe no puede llegar a existir y lo que existe no puede dejar de existir. Palabras sacramentales.
Muy pocos días después de que se fuese Poveda, murió Antonio Escohotado, otro amigo del alma, otro investigador del anima mundi. O lo que es lo mismo: un filósofo en toda la extensión de esa palabra, también prescrita, también proscrita.
Adiós, amigos. No sé dónde estáis, pero sé qué estáis en alguna parte.