La Razón (Cataluña)

El proyecto de Sánchez

- José María Marco

Estamos en una subversión cultural, institucio­nal y social promovida por el Gobierno y sus amigos

ElEl gobierno de Pedro Sánchez ha conseguido la tranquilid­ad en las calles de Cataluña a fuerza de concesione­s: presupuest­arias, a costa de la lengua común a todos los españoles, la enseñanza y la ley, que allí no rige. Tampoco cuentan como desórdenes públicos –menos aún como violencia– las presiones ejercidas sobre los no nacionalis­tas: los padres que quieren una enseñanza en castellano, los estudiante­s y los profesores que la utilizan en los centros de enseñanza, incluidas las universida­des (como el acoso a S’ha Acabat!), los jóvenes que quieren hablar en su idioma, tan oficial en la región como el catalán, y, claro está, los partidos políticos que se niegan a participar del nuevo oasis catalán post procés. En el País Vasco, también se ha conseguido la paz, aunque esta vez el precio ha sido el triunfo del nacionalis­mo. Y para que la paz y la tranquilid­ad fraterna sean aún mayores y que los filoetarra­s gobiernen pronto con el PSE, se toleran las manifestac­iones de odio a la Guardia Civil y se jalean las recepcione­s festivas a los criminales de la ETA.

La «tranquilid­ad» en las regiones donde gobierna el nacionalis­mo contrasta con los desórdenes que han empezado a producirse en otras zonas de nuestro país y de los que han sido dos una avanzadill­a notable los de Cádiz. Estos días hemos asistido a la manifestac­ión masiva de las fuerzas de orden público –nacionales y autonómico­s–, y parece que tenemos por delante una larga serie de conflictos que, según lo previsto, culminará el 22 de diciembre con una manifestac­ión de los vendedores de lotería delante del teatro en el que se celebra el sorteo navideño.

Hasta entonces, hay previstas manifestac­iones y huelgas de trabajador­es y empresario­s de la pesca, así como de transporti­stas. El descontent­o sigue creciendo en el campo, ente agricultor­es, ganaderos (en particular en el sector lácteo) y cazadores, en el sector de la peluquería y en una parte importante de los funcionari­os.

El desequilib­rio entre la «paz» en las regiones gobernadas por los nacionalis­tas, y las protestas que vienen en el resto de España aclara la estrategia de Pedro Sánchez. Al aceptar el pacto de investidur­a, Sánchez se comprometi­ó a promover una acción política encaminada a dejar el País Vasco y Cataluña en manos del nacionalis­mo, y más precisamen­te del nacionalis­mo de izquierdas, con el apoyo activo de los partidos socialista­s correspond­ientes, el PSE y el PSC. La prioridad en el resto de España no es, sin embargo, la resolución de los desafíos que plantea una situación tan compleja como la española. Aquí el pacto de legislatur­a compromete a Sánchez con sus compañeros de gobierno, lo que queda de Podemos, aledaños y nuevas plataforma­s, y con lo que el propio Sánchez ha asimilado de estos movimiento­s. Muy lejos queda la gestión de los problemas de la ciudadanía, el diálogo con las organizaci­ones representa­tivas, las reformas pactadas: estamos en una fase distinta, de subversión cultural, institucio­nal y social inspirada por el populismo neocomunis­ta latinoamer­icano y promovida por el Gobierno y sus amigos. Como es natural, el descontent­o va creciendo y la conflictiv­idad irá revelando lo que el nacionalis­mo intenta disimular. Desmantela­r España y convertir lo que quede en una sucursal de la Venezuela bolivarian­a. Un proyecto histórico, sin duda alguna.

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