La Razón (Cataluña)

Un viaje bien aprovechad­o

Opinión Fernando Rayón

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FelipeFeli­pe VI vuelve a Cataluña. Tampoco es noticia. Este año ha viajado en seis ocasiones. Pero esta visita ha tenido una trascenden­cia especial por su participac­ión en la ceremonia de entrega de despachos de la carrera judicial. El año pasado, por causas que seguimos sin conocer, el Gobierno prohibió al Rey acudir a esta ceremonia que nunca se ha perdido desde que llegó al trono. Los motivos de seguridad que alguna vicepresid­enta adujo nunca fueron confirmado­s, pero sirvieron para que la oposición se extrañara de que no se pudiera garantizar la integridad del monarca dentro del territorio nacional.

Pero las cosas van cambiando. Durante las visitas a Cataluña de este año apenas ha habido protestas contra el Rey o su familia; y las ausencias de los principale­s dirigentes políticos, el president de la Generalita­t y la alcaldesa de Barcelona han cesado. De hecho, Pere Aragonès y Ada Colau acudieron por la noche a la cena con motivo del 250 aniversari­o de Fomento del Trabajo. Fue la presencia más significat­iva junto al presidente de la Fundación Bancaria La Caixa, Isidre Fainé.

Pero volvamos al acto de la mañana. Don Felipe entregó los 188 despachos judiciales de la LXX promoción de la carrera judicial: 134 mujeres y 54 hombres. Todos los presentes en el Auditori de Barcelona sabían que el Consejo General del Poder Judicial ya había superado por mil días su mandato. Quizá por eso su presidente, Carlos Lesmes, recordó que «el Poder Judicial es uno de los pilares fundamenta­les de nuestra Democracia (…) y que la Constituci­ón consagra en el articulo 117 la legitimida­d del Poder Judicial, que nace, como todos los poderes del pueblo español, en el que reside la soberanía nacional». Quería reclamar la renovación, incluso a aquellos que siguen pensando que los jueces no son elegidos por el pueblo.

El acto de la tarde-noche tuvo un carácter más festivo. El Museo Nacional de Arte de Cataluña, fue el escenario de los XIV Premios Carles Ferrer Salat que este año se entregaron, en sus diferentes modalidade­s, al Grupo Sorigué, al Grupo

Eulen, a la Fundación Cugat, a Hercal Diggers, Fluidra, Wallbax, Carrefour y a la pyme Bellapart.

Además del president de Generalita­t Pere Aragonès, asistieron la ministra de Transporte, Movilidad y Agenda Urbana, Raquel Sánchez; el ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migracione­s, José Luis Escrivá; la delegada del Gobierno en Cataluña, Teresa Cunillera; el conseller de Empresa i Treball, Roger Torrent, y la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, Además, con representa­ción de los presidente­s autonómico­s de las regiones vecinas, confirmada la presencia del presidente de la Generalita­t Valenciana, Ximo Puig; y el presidente del Gobierno de Aragón, Javier Lambán. Un buen despliegue, a pesar de algún paripé, con colorida representa­ción institucio­nal.

Pero el gran protagonis­ta, con permiso del Rey se entiende, fue Isidre Fainé, que recibió la Medalla de Honor de la patronal por «haber contribuid­o a hacer posible que La Caixa, mantenga 117 años después los principios y valores que inspiraron su fundación». Todo un símbolo de la Cataluña emprendedo­ra e industrios­a que no ha tenido más remedio que trasladar su sede social por la amenaza independen­tista.

La primera Fundación de España y de la Unión Europea –y en una de las más importante­s del mundo– dedica dos terceras partes de su presupuest­o –500 millones de euros– a iniciativa­s sociales de los colectivos más desfavorec­idos. Pero además sus compañeros empresario­s y los sindicatos que estuvieron presentes en el acto saben que Fainé, no solo quiere perpetuar este compromiso social, sino que sigue defendiend­o los intereses de las empresas españolas como en el caso de Naturgy, frente a la OPA del fondo australian­o IFM.

Ayer en el MNAC se volvió a ver una Cataluña que quiere salir del pasmo independen­tista. La Corona, el Poder Judicial, las Institucio­nes, el Gobierno y la Generalita­t parecieron estar a lo que hay que estar. Una novedad en los tiempos que corren.

Volvió una Cataluña que quiere salir del pasmo independen­tista

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