Una dieta variada y saludable como la mediterránea incluye carne de vacuno
Es una fuente de proteínas, minerales y vitaminas que no pueden ser sustituidos por los que aportan los vegetales
La carne de vacuno ha acompañado al ser humano durante toda la historia. Como omnívoros, la carne forma parte de la dieta diaria del hombre, y su consumo está ampliamente aceptado por las principales instituciones alimentarias, incluida la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Lo que sí recomiendan los expertos es que su consumo sea racional y se enmarque en una dieta variada en la que también haya espacio para frutas, verduras, hortalizas, granos, pescados y lácteos.
La dieta mediterránea es el mayor ejemplo de que ese equilibro funciona. Y España es su principal exponente, basado en ingredientes de alta calidad y variedad; su esperanza de vida es la más alta del mundo, según diferentes índices como el de la Comisión Europea. Parte de ese mérito radica en una buena alimentación de la que tiene que formar parte la carne de vacuno, una fuente de proteínas más efectiva para la generación de músculo que las provenientes de los vegetales. Además, proporciona multitud de minerales esenciales como el hierro, el fósforo, el zinc, el potasio, etc.
Para tener un ritmo de vida saludable, las principales instituciones recomiendan un consumo máximo de carne roja de 500 gramos a la semana, por lo que según los expertos (OMS y FAO) es posible comer varias veces a la semana estos platos. De hecho, según el Panel de Consumo Alimentario de 2016, en la mayoría de Comunidades Autónomas de España se consumió menos de 12 gramos de carne de vacuno diarios por persona, lejos del tope recomendado por los expertos (71 gramos/día). Igualmente, la evidencia científica no relaciona el exceso de carne roja con el desarrollo de enfermedades complejas como el cáncer, ya que su aparición está ligada a multitud de factores como la falta de actividad física, otras patologías previas o el abuso de sustancias como el alcohol o el tabaco.
Engranaje de sostenibilidad
La ganadería de carne de vacuno es una parte indispensable en la conservación del medioambiente por su papel sobre la gestión del terreno. Los ganaderos aseguran el movimiento de la economía en las zonas rurales, atrayendo inversión para el cuidado de la tierra y la conservación del medio ambiente. Estas granjas, a su vez, están sometidas a intensas regulaciones que aseguran tanto el cuidado de los animales como el de su entorno y esa es la mejor herramienta para preservar la naturaleza. La gestión del agua, por ejemplo, es tarea esencial de esta profesión, y el 90% de la que se contabiliza en la ganadería es verde, proviene de la lluvia.
La alimentación de los animales también juega un papel clave en la conservación de ecosistemas, ya que mantienen saneados los montes y prados de manera natural. De hecho, según la FAO, el 70% de la superficie agrícola del mundo se destina al consumo animal y la mitad de esa superficie está formada por pastos permanentes o tierras no cultivables, por lo que quedarían inutilizadas si no se destinasen al pastoreo. Igualmente, los animales no compiten con el ser humano por el consumo de alimentos, ya que el 86% de los alimentos consumidos por la ganadería a nivel mundial no son utilizables por el hombre.
El sector ganadero también trabaja para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero a través de distintos proyectos. El metano que se emite no corresponde solo a las vacas, existen muchos otros sectores más contaminantes y emisores de un gas que además forma parte, en el caso del emitido por la ganadería, de un ciclo biogénico de 12 años de duración donde termina transformándose en H2O (agua) y CO2 (dióxido de carbono). Este último es eliminado posteriormente gracias a la fotosíntesis de los pastos, hasta tal punto que la agricultura destinada al alimento animal atrapa un 50% más de CO2 que toda la superficie forestal del mundo, según reconoce la FAO, un sistema que permitirá, gracias al desarrollo de nuevas tecnologías, alcanzar las emisiones netas cero en la ganadería.