La Razón (Cataluña)

No estamos para ensayos

- Antonio M. Beaumont

LaLa Constituci­ón cumple 43 años. Otra oportunida­d para mostrar los pilares de la ley de leyes. La búsqueda consensuad­a de un proyecto común de convivenci­a en libertad que sellase la conciliaci­ón forjada por los españoles en años empapó a los padres de la Carta Magna. La Transición de la dictadura a la democracia, con sus claros, grises y oscuros, fue orgullo para todo el país a finales de los años setenta del pasado siglo. El expresiden­te socialista Felipe González no ha podido decirlo mejor: «Preferimos ser hijos de la democracia que nietos de la Guerra Civil». Un cambio que nos enganchó al futuro.

Cuatro décadas después, lamentable­mente, parte de la clase política de este país pone en duda la envergadur­a y los éxitos de la empresa de quienes decidieron hablar y pactar antes que imponerse. El consenso. Ningún vencedor para que ganásemos todos. La Constituci­ón no es de ningún grupo, es de los españoles. A su celebració­n este lunes no acudirán los socios habituales de Pedro Sánchez.

En octubre, durante el 40º Congreso Federal del PSOE celebrado en Valencia, Sánchez bramó contra Pablo Casado por no allanarse a reformar la Constituci­ón para, según el socialista, eliminar del texto algo tan sencillo como el término «disminuido­s». ¿Quién pude ser tan insensible como para no permitir que las personas con discapacid­ad tengan su justo reconocimi­ento? Pero, sin duda, la crítica al jefe de la oposición trae vicios ocultos. Porque abrir la reforma constituci­onal es volar el portón que frena al «bloque Frankenste­in», que sustenta a Sánchez en la legislatur­a, en sus ansias por «colar» sus estigmas en asuntos como el derecho de autodeterm­inación o en artículos que convierten a España en una Monarquía parlamenta­ria. No está la situación política para ensayos.

La Constituci­ón no es de ningún grupo, es de los españoles

Recordémos­lo: hace un año Pablo Iglesias dijo que los ciudadanos, cuando se reuniesen en familia a pasar la Nochebuena, tras el tradiciona­l discurso del Rey por televisión iban a debatir si preferían República o Monarquía. No se pasó de frenada. No habló por hablar. El por entonces líder de Podemos y vicepresid­ente del Gobierno no ocultaba las obsesiones de quienes sujetan a Sánchez en La Moncloa. La debilidad del presidente envalenton­a a sus aliados independen­tistas y de izquierda «bukanera» en sus estrategia­s de deterioro institucio­nal contra el espíritu del 78, que sólo aspiran reventar. Un botón de muestra: El Rey padre, gran protagonis­ta de la democracia, vive «exiliado» en Emiratos Árabes sin que pese condena judicial sobre él.

El anterior ministro de Justicia, el socialista Juan Carlos Campo, confesó en el Congreso de los Diputados las verdaderas intencione­s. En busca de seducir a sus aliados abrió la puerta, literalmen­te, a un proceso constituye­nte. ¿Un desliz? Nunca quiso explicar a qué se refería. Aunque sus palabras no admitían dudas. La Moncloa, viendo el guirigay público que la confesión del notario mayor del Reino había suscitado, afirmó que se había expresado de manera incorrecta. La comunicaci­ón sanchista trató de enterrar el asunto asegurando que sólo narraba que la pandemia abría un tiempo distinto. ¿Un globo sonda para probar la opinión ciudadana? ¿Ir «colando» en la sociedad ideas que sólo caben forzando la ley?

En fin, la voluntad de violentar las costuras del modelo del 78 ha quedado recienteme­nte plasmada con la denominada ley de Memoria Democrátic­a. Por fortuna, el Gobierno ha sufrido un tropiezo con su proyecto estrella. Los excesos de sus costaleros preferente­s de legislatur­a, Unidas Podemos, ERC y Bildu, le han obligado a retrasar los planes. Ni el sanchismo está preparado todavía para ir tan lejos. Exigían abrir un juicio sumarísimo a Franco muerto, a la ley de Amnistía y a la Transición. Peticiones imposibles, legalmente hablando, a no ser que se tire por la calle de en medio y se decida que «el cielo no se toma por consenso, sino por asalto»: es decir, seguir la línea revolucion­aria contraria a la que trajo la Constituci­ón.

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EFE El presidente del Gobierno se hace una foto con una simpatizan­te, ayer, en Murcia

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