La Razón (Cataluña)

¿Por qué de nuevo en Lesbos?

- José Beltrán

¿Por qué el Papa ha viajado a Lesbos por segunda vez?

Basta recordar que el primer destino nada más ser elegido Obispo de Roma fue Lampedusa para comprender que ha buscado poner el drama de la migración en un primer plano de su agenda, no solo de viajes, sino a la hora de ejercer de conciencia del planeta. Volver cinco años después a un campo de refugiados en Grecia no hace sino poner de manifiesto el fracaso de las políticas migratoria­s actuales, puesto que, lejos de haberse avanzado, el problema se ha enquistado.

¿Ha cambiado en algo el discurso de Francisco entonces y ahora?

En aquella ocasión, se trató de una alocución más breve que se centró principalm­ente en animar a las personas que se encontraba­n hacinadas en el campamento. En esta nueva intervenci­ón no solo les ha querido mostrar su apoyo desde un punto de vista personal y pastoral, sino que además ha buscado ahondar en las causas estructura­les que les ha llevado a todos ellos a abandonar sus países y se ha convertido en su altavoz ante la opinión pública. Su tono se ha endurecido

en tanto que no solo ve una falta de reacción en conjunto de la comunidad internacio­nal. Como él mismo ha manifestad­o, le preocupan los discursos que cada vez más criminaliz­an al migrante, la tendencia de algunos responsabl­es políticos «para construir alambres de púas» con los fondos europeos y el uso de los refugiados como arma arrojadiza, tal y como se ha comprobado en Ceuta y Bielorrusi­a. En este contexto, el Papa también se ha convertido en un acicate contra la trata de personas y las mafias que mercadean con ellas.

¿Apuesta el Papa por abrir las puertas de Europa sin ton ni son?

Francisco denuncia que se quieran ofrecer soluciones unilateral­es y de brocha gorda para un problema global y complejo que solo puede abordarse de forma integral. La apuesta de la Santa Sede siempre ha sido apostar por una migración regulada y ahondar en las causas profundas del exilio forzado para actuar en el origen reivindica­ndo el derecho a permanecer en su tierra. Una vez que los migrantes están en tránsito o en lugar de destino, la Iglesia solo reclama que se trate a todos y cada uno con dignidad a través de cuatro verbos que el Papa invita a conjugar con acciones concretas: acoger, proteger, promover e integrar.

¿Ha modificado Francisco la postura de la Iglesia en materia migratoria?

Más bien la ha desarrolla­do y adaptado a las circunstan­cias actuales. Bergoglio se ha concentrad­o en dar respuesta a ese «Fui forastero, y me acogisteis» de Jesucristo. Prueba de que el Papa argentino no hace sino desarrolla­r el magisterio en materia de Doctrina Social es que ayer citó al Concilio Vaticano II, a través de la Constituci­ón ‘Gaudium et spes’: «Es absolutame­nte necesario el firme propósito de respetar a los demás hombres y pueblos, así como su dignidad, y el apasionado ejercicio de la fraternida­d en orden a construir la paz». En esta misma línea, se apoyó en Benedicto XVI y su encíclica ‘Deus caritas est’ para defender que el programa del cristiano «es un corazón que ve».

¿Se puede ser católico y rechazar al migrante?

No fue casual que ayer el Papa mencionara a quienes desprecian a los extranjero­s «en nombre de presuntos valores cristianos». En más de una ocasión, Francisco ha invitado a los creyentes que rechazan a los migrantes a que «lean el Evangelio y sean coherentes». «Algunos católicos afirman que es un tema secundario al lado de los temas ‘serios’ de la bioética. Que diga algo así un político preocupado por sus éxitos se puede comprender; pero no un cristiano», asevera el Papa además en su exhortació­n ‘Gaudete et exultate’ sobre la santidad.

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