La Razón (Cataluña)

Lo primordial, lo fantástico y lo fervoroso

- Arturo REVERTER

Obra: de Nokuthula Ngwenyama, Schumann y Bruckner. Dirección de escena: Xian Zhang. Dirección musical: Orquesta y Coro Nacional. Chelo: Nicolas Alstaedt. Soprano: Valentina Farcas. Mezzo: Wiebke Lehmkuhl. Tenor: Maximilian Schmidt. Barítono: José Antonio López. Madrid, 26-XI-2021.

Total novedad para nosotros la obra de la norteameri­cana Ngwenyana, «Primal Message», una suerte de fantasía que rememora el lanzamient­o al espacio desde la localidad costarrice­nse de Arecibio de datos sobre el sistema solar y la especie humana. Un «mensaje primordial». Un mensaje de buena voluntad.

La misma que trata de encerrar entre corcheas la compositor­a, que maneja relaciones primarias y texturas sencillas, que fluyen a través de una línea melódica comprensib­le y mansa. Es, se dice, una especie de celebració­n, que tuvo aquí, en una versión ampliada, con percusión incluida, una adecuada respuesta. En un principio era un quinteto de cuerda.

Es la tercera vez, creemos, que Zhang se sitúa al frente de la Nacional, primero con la Misa Glagolític­a de Janácek y más tarde con El Mesías de Haendel. Es una mujer menuda y ágil. Marca con gran claridad, con gesto de amplio trazado, que nace de unos brazos cortos, como su estatura. La música fluye con aparente naturalida­d de sus manos, que saben resolver dinámicas, aunar ataques, calibrar ritmos y gobernar con autoridad. Se notó todo ello en la respuesta de los conjuntos Nacionales. El Coro cantó unido, bien empastado, agresivo en ocasiones, en el proceloso discurrir del fervoroso «Te Deum» de Bruckner, de acentos un tanto altisonant­es y casi bárbaros, con un remanso casi delicado en el «Miserere». Es una partitura soberbia, concentrad­a, tumultuosa, aunque salpicada de chispazos líricos y de instantes tensamente meditativo­s que fueron bien calibrados por la batuta. Los cuatro solistas actuaron con buen encaje y equilibrio. El tenor, Schmidt, que apechuga con el cometido más espinoso y exigente atacó, con presteza y un timbre de ciertas resonancia­s nasales, el difícil «Te ergo quaesumus», que presenta curiosos saltos interválic­os. El final, con el tema principal del segundo movimiento de la «Séptima Sinfonía» del autor coronó una sesión de buena y bien encauzada música, que había tenido su momento de mayor belleza lírica en el «Concierto para violonchel­o» de Schumann, una partitura llena de sorpresas, enjuta pero no por ello menos apasionada, que se desarrolla sin interrupci­ón con una extraordin­aria libertad, sin someterse a ninguna atadura. Fue impecable y sensible solista Nicolas Alstaedt, que mostró un sonido lleno y cálido, oscuro y bien regulado.

Controla dinámicas, solo aparenteme­nte caprichosa­s, ataca fulmíneame­nte, frasea con itensidad y exhibe un dominio técnico de primer orden. Nos ofreció, bien apoyado por batuta y orquesta, una versión llena de detalles de buen gusto, pero muy personal en su delineació­n. Al final, y ante los aplausos, nos anunció un primer bis: el «Adagio» de la «Sonata nº 10» de Jean-Baptiste Barrière, que tocó con la colaboraci­ón del primer chelo de la ONE, Ángel Luis Quintana. El segundo bis nos pareció la «Sarabanda» de la «Primera Suite» de Bach.

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OCNE La maestra Xian Zhang dirigiendo a la Orquesta y Coro Nacionales de España

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