La Razón (Cataluña)

Lo que necesitába­mos: un fontanero de la paz

Diario de un viejo que le grita al televisor

- Jesús Amilibia

Grandes descubrimi­entos en la pista del circo. Deslumbra Sánchez cuando le dice a Casado «siento vergüenza ajena de que hable así de su país». Ahora ya sabemos que tiene algún tipo de vergüenza, aunque sea ajena. Pero el último hallazgo esplendoro­so nos llega de Zapatero, que ha homenajead­o a Enrique Santiago nada menos que nombrándol­o «fontanero de la paz» Santiago es jefazo del PCE y admirador de Castro, Maduro, Stalin y Lenin, quizá también de Mao. Teníamos a Otegi como «hombre de paz», según le señaló hace tiempo también el propio ZP; pero como el líder de Bildu debía encontrars­e muy solo en su pacífico adanismo, ZP, dios pacificado­r de todos los paraísos terrenales, decidió darle un compañero que le hicieran compañía y que, además, le solucionar­a las posibles fugas de gas y los atascos de tuberías en sus múltiples cocinas y retretes, sobre todo ahora que van a celebrar los «ongi etorri» en la intimidad.

Cuando tanto se habla del necesario saneamient­o de las cloacas, un fontanero es un tesoro, y más si factura iluminado por la paz y en beneficio del proletaria­do. No me extraña que Yolanda Díaz, una de sus más fieles devotas, cuente con él para todo. Bueno, para casi todo, porque no creo que entre las habilidade­s del fontanero y camarada Santiago se encuentren la alta peluquería, el diseño de modelos estilo Prada o Chanel, y la política transversa­l que ella pregona. Recuerdan ahora las viperinas lenguas que el fontanero de la paz dijo en su día que él repetiría en la Zarzuela lo que los bolcheviqu­es hicieron con los Romanov en la Rusia de 1918. Muy propio: desea que la monarquía descanse en paz.

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