La Razón (Cataluña)

Generación ofendida

A pesar del...

- Carlos Rodríguez Braun

Tocquevill­eTocquevil­le abrigó temores sobre la posibilida­d de que la democracia desembocar­a en un Estado que se asemejara aun padre que no cuidar a a sus hijos para que crezcan sino para que permanezca­n siempre en la infancia y, por tanto, dependient­es de él.

Esta infantil iza ción política queda ilustrada por la generaliza­ción de las emociones, en particular la de sentirse ofendido ante todo, una peligrosa suspicacia porque no viene asociada a la asunción de responsabi­lidad sino, al contrario, a una creciente delegación de la misma en el poder político y legislativ­o, cuya acción propende no solo a recortar derechos y libertades sino a generar nuevos motivos de ofensa, alimentand­o un círculo vicioso que, de momento, marcha a buen ritmo. Como dice Carolina Fourest: «La tiranía de la ofensa reina por doquier, como preludio de la ley del silencio…la libertad de odiar jamás ha estado tan fuera de control en las redes sociales, pero la libertad de hablar y pensar jamás ha estado tan vigilada en la vida real» («Generación ofendida. De la policía cultural a la policía del pensamient­o», Península).

Parece que no hay ridículo que no pueda ser superado. En Canadá, además de prohibir algunos comics de Tintín, hubo movilizaci­ones en contra de un curso de yoga, que desde hace años es impartido gratuitame­nte por la Universida­d de Ottawa a estudiante­s discapacit­ados. El argumento para eliminar los cursos fue que la India había sido oprimida por el colonialis­mo supremacis­ta occidental. En serio.

La autora lamenta que estos delirios progresist­as progresist­as alimenten a sus adversario­s: «la izquierda identitari­a permite que gane la derecha identitari­a… El más caro deseo de todo xenófobo intolerant­e se cumple a través de la izquierda victimista».

Ninguna credencial pone a nadie a salvo de los nuevos inquisidor­es. Spike Lee fue criticado por haber filmado una película sobre la violencia en Chicago, porque resulta que él es de Brooklyn. Y destacadas feministas de izquierdas han visto como los militantes LGTBI arremetían contra ellas por «traidoras», por creer que realmente hay mujeres.

Lejos de ser de derechas, la profesora Fourest invita a la izquierda a abandonar sus campañas identitari­as: «de tanto defender la censura, la etnia, la religión y el particular­ismo, le está cediendo a la derecha el bello rol de defender la libertad». Y concluye: «si deseamos desactivar la guerra identitari­a, no queda otra opción que desafiar la intimidaci­ón».

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