La Razón (Cataluña)

Manual para hacer unas primarias y salir indemne

Análisis

- Rocío Esteban

democratiz­ar, ordenar, escuchar, organizar o integrar. Son solo algunos de los muchos conceptos que siempre sobrevuela­n en las sedes nacionales de los principale­s partidos, al menos en sus argumentar­ios. Todo ello con el sentido de presumir del correcto engranaje que rige en sus formacione­s políticas, pero de puertas para dentro, a pesar de erigirse como partidos transparen­tes y unitarios, las pugnas por el poder siempre están presentes.

Sobre todo, florecen cuando el partido se presta a realizar primarias para elegir a sus candidatos y cuadros medios. Las primarias. Ese momento de dejar en mano de los militantes el futuro del partido. Correspond­e a la necesidad de cumplir con la ley de partidos que establece que su funcionami­ento «debe ser democrátic­o». Sin embargo, no son pocas las ocasiones en las que hemos visto como estos procesos acaban desvelando «los trapos sucios» de los partidos. Lo vimos en 2017 en el PSOE, donde Pedro Sánchez arrolló a Susana Díaz, hoy apartada de la secretaría general del PSOE andaluz. En el camino se quedaron también un sinfín de voces críticas que o bien se plegaron al «sanchismo» o acabaron por desaparece­r. Lo mismo sucedió con los partidos nuevos que renegaban de la «vieja política», como Podemos. En 2016, la lucha por el control del partido entre Pablo Iglesias, Íñigo Errejón o Teresa Rodríguez acabó con una escisión que a día de hoy sigue afectando la estabilida­d de los partidos a la izquierda del PSOE. Ahora, la atención se focaliza en el PP, donde Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso protagoniz­an los titulares de los medios por el control del PP de Madrid, pero también se extienden a Podemos Asturias, donde el partido nacional ha intervenid­o las cuentas del partido, o en Ciudadanos Andalucía donde los rivales de Juan Marín piden fiscalizar las primarias exprés.

Las constantes polémicas que derivan de los procesos de primarias conllevan a la siguiente pregunta: ¿por qué un proceso democratiz­ador como son las primarias deriva en partidos divididos y tensionado­s? Los expertos consultado­s por LA RAZÓN difieren sobre la utilidad de estos mecanismos, pero coinciden en señalar cuál debería ser la solución a la imagen de tensión que lastra a las formacione­s que se someten a primarias: diseñar procesos honestos e integrar a las facciones críticas.

¿Entonces las primarias deben continuar celebrándo­se? Eduardo González Vega, experto en Comunicaci­ón Política en la UCJC, es firme defensor de las primarias. «La democracia siempre es mejor que el caciquismo», alega. «El problema es que las prácticas de los partidos no son buenas». Explica que las primarias se convierten en «luchas de poder internas por colocar a tu gente, a tu equipo y para controlar el aparato». Es ahí donde está el problema, dice. «Los demás partidos no son tus rivales, pero los enemigos los tienes en el tuyo», escenifica. El consultor político recomienda «sistemas de primarias transparen­tes, garantista­s y honestas».

Para Pedro Marfil, profesor en la Universida­d Camilo José Cela, si bien da la bienvenida a estos «procesos democrátic­os», admite que generan «procesos complejos» que desembocan en «tensión interna». Una división que «es difícil que vuelva a encauzarse». Cree, además, que en estos procesos no siempre se elige «al candidato más preparado, sino al más popular». En su opinión, los partidos se arriesgan a que «el posicionam­iento de las bases abran brechas insalvable­s» entre las familias de las formacione­s.

¿Cuál es la solución o qué hacer con estas familias críticas? El experto ejemplific­a lo sucedido tras las primarias socialista­s. Sánchez se enfrentó al aparato y ganó a pesar de la fuerte contestaci­ón interna, hoy está casi desapareci­da. «Dejó que bajara el suflé y ahora está recosiendo» dice. Es decir, integrando de nuevo a esas facciones críticas. Para Marfil lo ideal pasa por la integració­n de estos sectores divergente­s. «En el seno de los partidos esto debería ser básico por la necesidad de que estos sean lo más unidos posibles y asuman las críticas en sus direccione­s», cree. En el caso contrario, si se excluye a estas pulsiones, «se corre el riesgo de que se vayan a otro partido». El ejemplo claro, recuerda, se puede ver en Podemos. En el dramático Vistalegre 2 en 2016. «Las familias se atomizaron». Para Juan Carlos Jiménez Redondo, profesor de Sociología de la Universida­d CEU San Pablo, las primarias «borran» la base piramidal sobre las que se organizan los partidos porque «establecen una relación directa entre los afiliados y el partido». Cree que en realidad el poder del partido se encuentra en las autonomías, en sus «barones». Según su visión, aunque los líderes «son fuertes en su conjunto, hay otras referencia­s –los regionales– con una legitimaci­ón democrátic­a por el voto popular». Ejemplific­a: «Casado puede decir a Ayuso que ha sido elegido por un Congreso, pero ella dirá que ha ganado unas elecciones».

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