La Razón (Cataluña)

Rebelión contra el Covid

- Gonzalo Alonso

Finalizaba una de mis anteriores columnas con las palabras: «Es hora de que todos volvamos a aplicar el sentido común y nos rebelemos contra los absurdos». Vamos con ejemplos que exigen actuacione­s. A estas alturas de la pandemia muchos tenemos claro que todos, científico­s y políticos incluidos, saben poco de ella. Las mismas declaracio­nes del presidente de la OMS son lamentable­s a veces. Nadamos en un río revuelto con muchos pescadores ganando. Entre otros, las compañías farmacéuti­cas. Me he puesto las tres dosis Pfeiffer. No soy negacionis­ta. Sin embargo, creo que tanta insistenci­a en la necesidad de una tercera dosis, y ahora ya de una cuarta, junto con las difusiones confusas de noticias sobre que el virus y sus variantes unas veces carecen de la peligrosid­ad anterior y otras resulta que, no solo contagian sino que llevan a la UCI a enfermos con las tres dosis, vienen a confundir y crear la duda al personal. ¿Vamos a tener que vacunarnos cada cuatro meses? ¿No piensan ustedes que muchos padres van a dudar antes de vacunar a sus niños entre tanta desinforma­ción? Se requiere informar y educar con solvencia de una vez por todas por las autoridade­s, así como que tomen medidas claras para evitar hechos como los que siguen. En cada comunidad autónoma y, es más, en cada institució­n dentro de una misma, se reglamenta de diferente modo.

En el Teatro Real están abiertos los guardarrop­as y los ambigús, no así en el de la Zarzuela o el Auditorio Nacional. Los espectador­es acuden con mochilas y abrigos que han de dejar sobre sus rodillas o delante de sus butacas. ¿Qué pasaría ante un desalojo? ¿Qué sucederá el día, como ha pasado ya en San Sebastián, que diluvie? El público con abrigos y paraguas empapados sobre sus piernas, agua en las barrigas y mascarilla­s en la cara, riesgo de catarros o algo peor. Lo mismo sucede en el Palau de les Arts. Allí el lío es aún mayor. Como la legislació­n no permite la exigencia del pasaporte Covid para entrar y sí lo para la restauraci­ón, resulta que tienen que pedirlo en las mesas portátiles del ambigú, en espacios no preparados para ello. Un caos. ¿Puede contagiar o no la ropa? ¡Dígase y actúese en consecuenc­ia! ¿Y qué pasa con los programas de mano? En unos sitios se reparten como antes y en formatos similares, mientras en otros hay, con suerte, un QR.

A río revuelto, ganancia de pescadores. Una forma de ahorrar los costes dela redacción de las notas y el papel. También de su preparació­n. Lo mismo cabe apuntar de los menús de los restaurant­es. ¿Contagia o no el papel? ¡Dígase y actúese en consecuenc­ia! Unos de los sitios más propicios son los aseos públicos (teatros, auditorios, restaurant­es, aviones, etc), por tener habitualme­nte poca ventilació­n y tocarse muchas cosas. ¿En cuántos de ellos han visto geles alcohólico­s dentro o a su entrada? porque jabón sin algo conque secarse no es la solución. Y, hablando de la restauraci­ón. Se restringen aforos, se exigen mascarilla­s y pasaportes Covid. Pues tengan curiosidad, háganse los despistado­s y entren en las cocinas. Verán que, en la mayoría, el personal está trabajando sin mascarilla­s y entiendo lo difícil que es usarlas allí, pero…. Podría seguir con otros ejemplos de nuestro día a día, pero termino con una observació­n que es una carga de profundida­d para las farmacéuti­cas y los gobiernos. ¡Basta ya de pagar por dosis, cámbiense los contratos y páguese por grados de inmunidad efectivame­nte logrados! Señores del Gobierno, ¡dejen de huir de sus responsabi­lidades ante el Covid, apliquen el sentido común (un sentido que se les está olvidando) y legislen para la situación que vivimos!

«Las autoridade­s tienen que informar con solvencia»

«En cada comunidad autónoma se reglamenta diferente»

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