La Razón (Cataluña)

La inútil comisión de investigac­ión

«Lo único que se pretende es alimentar la zarza ardiente de nuestra crispación política perpetua»

- Vicente Vallés

EnEn cuestión de unos días, los partidos con representa­ción parlamenta­ria presentará­n sus conclusion­es sobre la última comisión de investigac­ión que se ha aprobado en el Congreso, la que se ha ocupado del caso Kitchen. Las comisiones de investigac­ión no han supuesto, salvo excepcione­s, episodios brillantes del parlamenta­rismo español. Es más fácil encontrar momentos prescindib­les que memorables. Y, sin embargo, hay un empeño irrefrenab­le en los partidos para crear este tipo de foros, siempre que sea para meter en problemas al adversario, nunca para buscar la verdad en un caso que les afecte en primera persona.

Las comisiones de investigac­ión son, como consecuenc­ia, un método para hacer política de vuelo bajo, más que para buscar datos relevantes que sirvan para sacar conclusion­es que ayuden a resolver dudas o problemas. Se busca el tuit del próximo minuto y el efímero titular de mañana.

Como primera condición, son las mayorías parlamenta­rias las que permiten o impiden que se realice una investigac­ión parlamenta­ria, lo que las convierte en un arma para la batalla del gobierno contra la oposición, porque rara vez quien está en el poder consiente una investigac­ión sobre sí mismo que le pueda incomodar. Sin embargo, estas comisiones sí han permitido comprobar el limitado nivel de algunos portavoces parlamenta­rios, incapaces de elaborar y desarrolla­r un interrogat­orio coherente, en el que se busque algo distinto que conseguir diez segundos de televisión en el informativ­o de esa noche.

Comisiones de investigac­ión hay en todos los países en los que rige la democracia parlamenta­ria. Pero es habitual que, por ejemplo, en países como el Reino Unido o Estados Unidos quienes conformen una comisión sean expertos en la materia investigad­a, y no diputados. Se busca, con buen criterio, que los trabajos sirvan para algo y permitan descubrir la verdad sobre un hecho, la responsabi­lidad de alguien, realizar una lista de propuestas o establecer lo que se hizo mal para no repetirlo. En España, lo único que se pretende es alimentar la zarza ardiente de nuestra crispación política perpetua.

Cuando se conozcan las conclusion­es de cada partido –perfectame­nte previsible­s– sobre el caso Kitchen, volveremos a comprobar la utilidad de nuestras comisiones de investigac­ión: ninguna.

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