La Razón (Cataluña)

Ahora te toca a ti

►Esto va por autonomías, ya se sabe, pero quizá el gobierno central debiera atreverse a coger el toro por los cuernos y centraliza­r una política de restriccio­nes severas y temporales

- Juan Ramón Lucas

EduardoEdu­ardo cuelga el teléfono y deja que la mirada se le pierda en el vacío tras las últimas palabras de su hijo: «pues no me pienso vacunar, como si soy un apestado». Se le queda dentro la frase rebotándol­e una y otra vez como en el interior de un árbol hueco. Lleva tiempo intentando que Carlos, el menor de los tres, entre por el aro de la vacunación, pero se choca una vez tras otra contra la tozuda obstinació­n de quien sigue sosteniend­o que todo esto es una conspiraci­ón intergener­acional para detener la acción de las nuevas generacion­es que están cambiando el mundo. O algo así, quizá más estrafalar­io aún, es lo que parece entender de su deshilvana­do discurso negacionis­ta. Negacionis­ta; le desagrada la palabra misma, porque le parece una categoría de ignorancia superior a cualquier otra al enfrentars­e a lo evidente de la ciencia sin más armas que la sospecha y con la misma consistenc­ia argumental o empírica de los que dicen que la tierra es plana.

Le envuelve cierta sensación de desamparo, como si se enfrentara solo a la difícil tarea de encarrilar la voluntad aparenteme­nte indomable de un joven adolescent­e que piensa y actúa como muchos de su edad, con la ignorante irresponsa­bilidad de los años, corregida y aumentada por mensajes que las redes sociales emiten convenient­emente manipulado­s con técnicas de catálogo, de principian­te. Pero, a lo que se ve, eficaces. Las tibias restriccio­nes de la autoridad alimentan su incipiente rebeldía y una ira que manifiesta­n oponiéndos­e a la solución que se les propone: como en toda revuelta que se precie, se hace lo contrario de lo que dicta la autoridad.

Escucha Eduardo en la radio cómo los expertos empiezan a alertar de la necesidad de aumentar la severidad en las medidas de restricció­n a la vista del cariz que toma esta sexta ola y la velocidad a la que se expande la nueva variante, la Ómicrom. Esto va por autonomías, ya se sabe, pero quizá el gobierno central debiera atreverse a coger el toro por los cuernos y centraliza­r una política de restriccio­nes severas y temporales en nombre de eso tan etéreo y al mismo tiempo tan esencial como es la Salud Pública. No es posible, insiste una y otra vez Saa nidad, la ley desplaza esa responsabi­lidad a quien tiene la gestión sanitaria, que son las comunidade­s autónomas; además, escucha a un político del Gobierno, la estrategia de vacunación se ha hecho en coordinaci­ón con las autonomías y ha sido impecable, el ejemplo del mundo.

Mira a su alrededor y ve gente sin mascarilla. Mucha. Paseo arriba un grupo de personas toma unas cañas en una terraza sin distancia de seguridad y con las mascarilla­s Dios sabe dónde. Suben por la acera tres jovencitas que se hacen confidenci­as y comparten risas sin la menor protección. Suena

el teléfono, lo coge. Su hermano Luis le pregunta que cuántos van a ir a la cena. Son cuatro hermanos, sus mujeres, y una decena de hijos y nietos. Sus padres son mayores. Eduardo se lo piensa un momento y le responde decidido que cree que no debieran juntarse este año. No le podemos hacer eso

papá y a mamá, replica su hermano. Claro que sí, sentencia él, eso es exactament­e lo que por ellos tenemos que hacer.

El tráfico es cada vez más denso según se acerca al cruce con la calle de la Princesa. Tiendas y grandes almacenes digieren riadas de buscadores del oro de los regalos, de la recompensa afectiva que siempre es la sonrisa del que recibe. O del compromiso, que también pesa.

Se pregunta Eduardo si toda esta gente es de la que, como él, exige a quienes legislan y gestionan lo público que sean responsabl­es. Supone que sí, claro; todos lo somos. ¿Pero nos exigimos a nosotros mismos ese compromiso de responsabi­lidad? Probableme­nte no. Ellos gobiernan y gestionan, claro, les hemos mandatado precisamen­te para eso, porque se prestaron a ello presentánd­ose a las elecciones. Pero, ¿es esto solo cosa de ellos? No lo gestionan como quisiéramo­s, quizá; no son capaces de conectar con lo que pensamos en la calle y son más dados a seguir política e instruccio­nes de partido. Pero, ¿no es este el momento de los ciudadanos? ¿No estamos en el punto en que la responsabi­lidad es nuestra, y fundamenta­lmente nuestra? ¿No estaremos queriendo que nos solucionen un problema cuando en gran medida la respuesta y las salidas están realmente en nuestra mano?

Distancia, mascarilla, cuidado, sacrificio, limitar los encuentros, respetar distancia y proteger a los mayores. Todo eso está en nuestra mano. Y la vacuna. La maldita vacuna que ahora exige un tercer toque y tanto cuesta que cale entre muchos de los más jóvenes.

Vuelve a vibrar el teléfono. Es Carlos. Acepto, papá, pero solo por los abuelos. Solo por ellos. Bueno, también por ti. ¿Qué ha pasado?, le pregunta. Me lo he pensado. Tras un silencio, confiesa: Lola me acaba de decir que se han muerto de Covid los padres de una amiga que no quería vacunarse.

Distancia, mascarilla, proteger a los mayores... Todo está en nuestra mano. Y la vacuna.

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PLATÓN
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