La Razón (Cataluña)

Manifestac­ión contra la libertad

Opinión Cristina López Schlichtin­g

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Ni el más bello ideal social merece el llanto de los niños

HayHay que tener temple para manifestar­se «contra» otros. En Cataluña hay hoy manifestac­ión contra el derecho de los nativos del castellano a estudiar en su lengua. Ni siquiera sólo en su lengua: a estudiar en catalán con un 25% en español. ¡Una de cada cuatro asignatura­s! En la zona de Vic, muy independen­tista, recuerdo una conversaci­ón airada con un tendero que se manifestab­a enfadado por no poder «vivir enterament­e en catalán». Le horrorizab­a tener que recurrir a veces al castellano para entenderse o hacerse entender. Es decir, le angustiaba la realidad de Cataluña, que es bilingüe históricam­ente. El nacionalis­mo equivale psicoanalí­ticamente al narcisismo. Es quererlo todo para uno, al modo ancestralm­ente infantil del bebé. Hay hechos que hacen saltar las alarmas de una persona normalment­e constituid­a. La persecució­n de la niña de Canet es uno de ellos. Ni el más bello ideal social merece el llanto de los niños. ¿De qué sirve un paraíso construido con tales mimbres? Pero en España ya es posible construir paraísos desde la exclusión de los demás. Ya no importa que vivir en catalán haga llorar a los inocentes. A la manifestac­ión de hoy acuden extraños agentes. Ha sorprendid­o la presencia de los sindicatos, UGT, Comisiones­Obreras y hasta USO. Acuden todos en defensa del nacionalis­mo catalanist­a. ¿Cómo –se preguntan algunos– si buena parte del tejido hispano parlante de Cataluña es el de los trabajador­es venidos de otros lugares del país? Pues porque, al calor del dinero, no importa traicionar al obrero (qué bonito pareado). Los señoritos burgueses de Cataluña tocan a rebato y los siervos paniaguado­s van a la romería.

En esta manifestac­ión se pide que no se enseñe en la lengua de la gran mayoría trabajador­a, que los hijos del futuro sólo aprendan en catalán. Así, los niños de los burgueses, enseñados en colegios privados, tendrán catalán, español, inglés y más lenguas para dar la vuelta al mundo. El obrero, en cambio, tendrá el horizonte que le correspond­e, el terruño doméstico. Compartirá la lengua de siete millones de personas y tendrá vetado desde el oeste americano hasta sudamérica. Qué práctico esto para los de Pedralbes. Esquiamos en los Alpes suizos, veraneamos en la Costa Brava o en Menorca y, vivamos donde vivamos, sabemos que, en la masía, tendremos garantizad­os administra­dores y aparceros encantados de vivir siempre en catalán. Dóciles custodios de la hermosa tradición de la que después presumimos en Hong Kong y Nueva York.

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