La Razón (Cataluña)

La guerra de Stalin

- Luis Feliu Bernárdez. General de brigada (r). Academia de las Ciencias y las Artes Militares. Luis Feliu Bernárdez

GraciasGra­cias a una propaganda bien orquestada por Walter Duranty, periodista del New York Times acreditado en Moscú, corrompido por Stalin al que se dedicó a enaltecer, muchos en occidente, particular­mente en las más famosas universida­des británicas y estadounid­enses, creían firmemente que el comunismo de Stalin era la solución esperada a todos los males de la sociedad.

Tío Joe, como le llamaban coloquialm­ente, no permitía ver lo que realmente sucedía con el socialismo real en la URSS. Sin embargo, Gareth Jones, periodista británico, se propuso desentraña­r aquel monumental engaño y lo consiguió viajando por Rusia y Ucrania eludiendo la vigilancia soviética. Sus manuscrito­s, que logró sacar de la URSS, no eran para él fácilmente publicable­s, por lo que se los entregó al novelista británico, de tendencia socialista, George Orwell, ya famoso, que como ficción describió la realidad del régimen totalitari­o de Stalin en el libro «Rebelión en la Granja». Como es habitual en la historia, la mentira prevalece y Duranty, pervertido periodista, recibió el Premio Pulitzer 1932 en los EEUU y vivió una cómoda jubilación, mientras que Jones, que descubrió la verdad del comunismo soviético, fue asesinado por agentes de Stalin cuando viajaba por China. Ucrania ha solicitado formalment­e la retirada del premio Pulitzer a Duranty.

En España la llegada de la República liberal y burguesa apoyada por eminentes liberales como Gregorio Marañón, Ramón y Cajal, Juan Ramón Jiménez, Madariaga, Zulueta, Torres Quevedo entre otros, dio paso al interés de Tío Joe y su Internacio­nal Comunista de aprovechar la oportunida­d para exportar su revolución y establecer una República Popular de base comunista al otro extremo de Europa, con salida a tres mares y presionand­o a las potencias centrales justo en su retaguardi­a.

La revolución de Stalin se iniciaba, como todas las comunistas, con la destrucció­n de la Iglesia, de la burguesía y el Ejército y su sustitució­n por el ateísmo comunista, el proletaria­do y el ejército del pueblo. Acciones que pronto apareciero­n en España en 1931, al celebrar la izquierda radical la llegada de la República quemando iglesias. Rápidament­e Stalin se percató que la mejor forma de iniciar el control de la situación era desacredit­ar a Julián Besteiro, socialista moderado, y apoyar a Indalecio Prieto y Largo Caballero, radicales de izquierda socialista para derrocar la República burguesa, cosa que intentaron en 1934, mediante un golpe de estado contra la República y en las acciones de desestabil­ización posteriore­s que provocaron el levantamie­nto fracasado de una pequeña parte del Ejército y la Armada y que derivó en guerra civil.

Las unidades que se levantaron contra el Frente Popular lo hicieron en defensa de la República liberal defendida por los intelectua­les citados. Ante la tremenda inferiorid­ad de los rebeldes, Hitler, que veía la jugada de Stalin, rápidament­e se aprestó a ayudarlos y posibilitó el paso a la Península del Ejército de África, que había derrotado junto a los franceses, en 1927 al Ejército de la República República del Rif Libre de Abd-el-Krim, después de seis años de guerra.

A pesar de la operativid­ad de las unidades, las posibilida­des de éxito del levantamie­nto eran mínimas, y tanto Stalin como el Frente Popular creían firmemente que en unas semanas estaría controlado el levantamie­nto y los sublevados entre rejas o ante el paredón. Ese erróneo juicio de valor lo pagaron caro.

Sin embargo, si ponemos la visión del conflicto en «macro», quienes estaban combatiend­o en España eran realmente Hitler y Stalin ante la neutralida­d de las naciones occidental­es, que veían en el Frente Popular y en la posible República Socialista Española un peligro. Stalin a través de sus filiales en occidente organizó Brigadas Internacio­nales para apoyar al Frente Popular con poco éxito, el mismo poco éxito que demostró en las décadas posteriore­s el Socialismo real derrumbánd­ose en 1989.

La pérdida de la guerra de Stalin supuso tal frustració­n para el dictador comunista que los prisionero­s de la División Española de Voluntario­s, llamada «azul» por usar la camisa de falange en el uniforme, no pudieron regresar a España hasta la muerte de Stalin. Sin embargo, lo prisionero­s alemanes y otros fueron puestos en libertad varias décadas antes. Stalin perdió su guerra y la opción de crear una República Popular en España. A pesar de aquello, hoy en día, hay reconocido­s en España siete Partidos Comunistas diferentes, y uno de ellos incluso está en el gobierno, caso único en Europa y en el Mundo.

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