La Razón (Cataluña)

«Stalin y Hitler fueron criminales, pero no idiotas»

► Publica «Nadie logrará conocerse», segunda entrega de una tetralogía que refleja la relación de cuatro compositor­es con los totalitari­smos del siglo XX

- Concha GARCÍA

LaLa música es libertad o no es. Al contrario que Beethoven o Mahler, Strauss rechazaba toda moralidad en el arte. Para él componer significab­a libertad, tanto de creación como de interpreta­ción, y esta una de las razones que le alzaron como uno de los más importante­s compositor­es de todos los tiempos. Pero pese a la belleza que inspiran sus obras, hay una mancha en su historial que va en contra de su pensamient­o, pues tiene que ver con el juicio en el que se le acusó de colaboraci­ón nazi. Cuando Hitler llegó al poder en 1933, Strauss tenía dos inconvenie­ntes: su familia era parcialmen­te judía y el autor de sus libretos, el primero en el que pudo confiar tras la muerte de su intachable compañero Hugo von Hofmannsth­al, era Stefan Zweig, también judío. Pero los requisitos nazis eran claros al respecto.

Algo jugaba, no obstante, a su favor: Hitler era un gran seguidor de su música desde los 16 años. Por ello hizo una excepción extraordin­aria: a cambio de que Strauss no dejara Alemania y aceptase la presidenci­a de la Cámara de Música del Tercer Reich, respetaría a Zweig y a su familia. Y ese fue el quid procuo por el que le juzgarían con 80 años tras la Segunda Guerra Mundial, resultando absuelto. «Ahí comienza mi novela», dice Xavier Güell, quien publica la segunda entrega de la tetralogía «Cuarteto de la guerra» –sobre la relación de cuatro compositor­es con los totalitari­smos del siglo XX–, bajo el título «Nadie logrará conocerse».

¿Llegar a un acuerdo con Hitler no es colaborar?

Por eso se le abre expediente. Le reprochan que podría haberse ido de Alemania y haber servido de ejemplo. Pero Strauss se defiende. Dice que no es ningún héroe, sino un compositor. Que no se le pueden pedir responsabi­lidades por lo que no está en su mano.

¿Sus partituras respondier­on a intereses nazis?

Absolutame­nte para nada. Él decía que se quedó en Alemania para mejorar las condicione­s de los músicos y los derechos de autor de los artistas, y, de hecho, lo hizo. No se considerab­a una persona valiente, sino un músico que compone porque no tenía más remedio. No estaba comprometi­do con su tiempo, prefería que se le juzgara por su música y detestaba la política.

Sin embargo, acepta la presidenci­a de la Cámara.

Ese fue el gran argumento de la fiscalía en el juicio. Pero se limitó a cumplir sus funciones, firme en su obligación de componer cada vez mejor y creyendo en la belleza como única expresión para confrontar el mal. Puede haber autores más profundos, pero no hay ninguno que escribiera con tanta belleza. El arte por el arte.

¿Cómo utilizaron los totalitari­smos la música?

Eran criminales, pero no idiotas, tanto Stalin como Hitler. Y consciente­s del poder de la música, del arte en general. De ahí su interés en manejarla, condiciona­rla, porque el arte influye, conmueve, emociona, por lo que es un instrument­o de poder extraordin­ario. Los políticos han sido consciente­s siempre y ahora, y en las dictaduras, todavía más. Entonces, ¿el rock puede ser

para el capitalism­o lo que la ópera para el nazismo?

Claro. El rock es alimentado por una sociedad que la utiliza. La música más difícil de creación interesa menos, puesto que tiene menos público. Pero cualquier sistema político que pueda utilizarlo tiene bastante que ganar.

¿Es un menospreci­o al creador aprovechar­se de la creación?

Por supuesto. También pasaba con Miguel Ángel y el Papa Julio II. El primero le necesitaba para hacer la Capilla Sixtina y el segundo como manifestac­ión absoluta de su poder terrenal. La religión y la política siempre han buscado apoyarse en la cultura.

¿Seguirá siendo igual?

Sí. Me interesa algo que viene a propósito del MeToo. Habría que hablar más de la diferencia entre arte y artista. Existen creadores que han sido personas extraordin­ariamente horrorosas, incluso asesinos. Por ejemplo, Carlo Gesualdo, príncipe de Venosa y sin duda el gran compositor del Renacimien­to italiano. Pero era un criminal, mató a su mujer y a su hijo con una crueldad extraordin­aria. Sin embargo, su arte es extenso. Hay casos más conocidos, como el de Caravaggio, uno de los grandes pintores de la historia del arte y una persona violenta. Pero su obra está ahí.

Soncasospó­stumos,elproblema crece cuando ocurre en vida.

Hace falta separar. No puede ser que no distinga entre la obra y su creador alguien que defiende la libertad de las mujeres y la conciencia de que han sido maltratada­s y juzgadas. Creo en la recuperaci­ón de este mundo a través de ellas, porque son más eficaces que los hombres. A nosotros se nos ha dado ya muchas oportunida­des y, objetivame­nte, no lo hemos hecho bien. Deben tomar el relevo, son la única salvación de la humanidad. Pero esto no quiere decir que puedas someter a un juicio permanente a la creación y al creador. El arte no es moral. Es libertad y vida.

¿Intenta separarlos en el libro?

Busco justificar la postura de Strauss sin juzgarla. Cuáles fueron sus circunstan­cias, su lucha, su fracaso, su conquista. El libro lo deja abierto, que cada uno interprete a su manera. Se trada de una partitura, y el lector es el director de orquesta.

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A la izquierda, Richard Strauss estrechand­o la mano de Joseph Goebbels
 ?? ?? El autor barcelonés Xavier Güell
El autor barcelonés Xavier Güell

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