La Razón (Cataluña)

Sin fantasmas en Japón, de momento

«La residencia oficial del primer ministro está embrujada»

- Esther S. Sieteigles­ias

En Japón no dan crédito. El nuevo primer ministro nipón, Fumio Kishida, (el tercero en menos de un año) se ha atrevido a mudarse al palacio oficial de los jefes de Gobierno. Y es que según han narrado sus anteriores inquilinos, «Koutei», la residencia de los «premieres» japoneses está embrujada.

Es una mansión estilo «Frank Lloyd Wright», ubicada en la zona de los ministerio­s y el Parlamento del centro de Tokio. Allí se han producido golpes de Estado y varios asesinatos violentos. Construida en 1929, se cree que desde la convulsa década de los treinta los fantasmas de los militares o las autoridade­s asesinadas se les aparecen a los huéspedes del «Koutei». Cuenta la leyenda que Charles Chaplin se libró de una muerte segura en 1932. El actor y director se alojaba en el palacio cuando once jóvenes soldados de la Armada entraron y mataron al «premier» Inukai Tsuyoshi. También entraba en sus planes acabar con la vida de Chaplin, pero éste se había ido –por suerte para la historia del cine– a un combate de sumo.

Décadas después, en 1992 el presidente de EE UU, George

W. Bush, visitó al entonces primer ministro Kiichi Miyazawa. Los periodista­s recuerdan con horror cómo el mandatario estadounid­ense se puso a vomitar en pleno banquete y terminó desmayándo­se en las piernas de Miyazawa. Los médicos declararon después que Bush sufrió una gastroente­ritis aguda. Sin embargo, para muchos en Japón el grotesco incidente fue revancha de alguno de los espectros del palacio.

Las historias de aparicione­s, ruidos dignos de análisis en Cuarto Milenio, puertas que se abren en mitad de la noche y el taconeo de pasos que se aproximan han desvelado a los antiguos primeros ministros japoneses. Y por ello, durante la última década ninguno se había arriesgado a ocupar la mansión.

Hasta esta semana en la que Kishida ha dormido por primera vez en el «Koutei». Según ha confesado el propio «premier» a los periodista­s –muy interesado­s en saber si había podido conciliar el sueño–, durmió «a pierna suelta». A los reporteros que le preguntaro­n directamen­te si había visto algún fantasma, el primer ministro indicó que «no he visto ninguno, aún».

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