La Razón (Cataluña)

Antonio Navarro. Marruecos forja un nuevo Magreb

►Un año del acuerdo con Israel y EE UU Ha sido una alianza fructífera en materia militar, comercial y energética que cambia los equilibrio­s en la región

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UnUn año se cumplió ayer 22 de diciembre de la firma en Rabat del acuerdo tripartito entre representa­ntes de Marruecos, Israel y Estados Unidos que, en presencia del rey Mohamed VI, sellaba el restableci­miento de relaciones entre los dos primeros tras 20 años de desencuent­ro. Un acuerdo que había sido desvelado de la manera más inopinada: una serie de tuits publicados por el ex presidente estadounid­ense Donald Trump, el gran muñidor del acuerdo en beneficio de Israel y su amigo, el entonces primer ministro Benjamin Netanyahu. Washington tenía también que cumplir su parte: reconocer la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental. Dos hitos que están forjando un nuevo Magreb, también un nuevo escenario en el conjunto de la región, y cuyas consecuenc­ias se han hecho sentir mucho más allá de ella. Y de variadas formas.

Tras mantener un perfil bajo inicial, Rabat ha desarrolla­do durante los últimos doce meses una intensa y entusiasta agenda de cooperació­n con Tel Aviv, que ha dado sus frutos en una variada serie de acuerdos que van desde el ámbito comercial al militar pasando por el de las energías o el cultural. Aunque desde la Segunda Intifada Marruecos e Israel no mantenían relaciones diplomátic­as, lo cierto es que los dos Estados no han dejado de cooperar nunca en materias de seguridad e inteligenc­ia. Para entender la celeridad e intensidad con la que se está forjando la nueva alianza, hay que tener presente los profundos lazos sociales y culturales que unen a israelíes y marroquíes. Pese a que la causa palestina despierta profunda solidarida­d entre los marroquíes, la nueva alianza ha sido asumida con pragmatism­o por el común de la población.

Hasta la década de los cuarenta del pasado siglo, el país magrebí albergaba la primera comunidad judía –unos 250.000 miembros, hoy reducida a apenas 2.000 almas– de todo el mundo árabe. Ello explica que, con la emigración de una parte importante de ellos a Israel, en torno a un millón de ciudadanos israelíes tengan raíces familiares en el Magreb. Los israelíes con raíces marroquíes han desempeñad­o cargos de relevancia en la política o el Ejército. Decenas de miles de israelíes visitan cada año Marruecos. Para Israel, el restableci­miento de relaciones con Marruecos tres meses después de la firma de los Acuerdos de Abraham junto a Emiratos Árabes Unidos y Bahréin supuso un importante paso en el camino de la normalizac­ión con el mundo árabe. En solo un año, Tel Aviv ha pasado de tener relaciones con dos países de la Liga Árabe a seis.

El reconocimi­ento estadounid­ense de la soberanía sobre la antigua colonia española y la nueva alianza con Israel no pueden desvincula­rse de la acción desacomple­jada y asertiva de la diplomacia marroquí a lo largo del último año. Una de las principale­s damnificad­as son las relaciones bilaterale­s Marruecos-España.

Desde que la Administra­ción Trump hiciera público el reconocimi­ento explícito de la soberanía de Rabat sobre el Sáhara Occidental, Marruecos ha esperado que otros socios europeos, empezando por España, hicieran lo propio. No ha sido así. Desde el Gobierno marroquí se acusa al Ejecutivo de Pedro Sánchez, con la ex ministra de Exteriores Arancha González Laya a la cabeza, de maniobrar diplomátic­amente para que la Administra­ción Biden diera marcha atrás –algo que no ha ocurrido– y evitar que otros países europeos siguieran los pasos de Estados

Unidos en el Norte de África.

Las cosas acabarían torciéndos­e del todo con la entrada clandestin­a el 18 de abril –que investiga la Justicia española– del líder del Frente Polisario, Brahim Ghali – archienemi­go de Marruecos–, en España para ser tratado de covid19 en un hospital de Logroño. No tardaría Rabat en hacer notar su enfado por lo que se considera una profunda deslealtad. Entre los días

17 y 19 de mayo estallaba la crisis migratoria de Ceuta, cuando alrededor de 10.000 personas alcanzaban la ciudad autónoma gracias a la inhibición de las fuerzas de seguridad del país vecino. Desde su retirada el 20 de mayo, la embajadora de Marruecos en España, Karima Benyaich, no ha regresado todavía a su puesto en Madrid. La XII Reunión de Alto Nivel Marruecos-España, prevista inicialmen­te para noviembre del año pasado, sigue aplazada «sine die».

Algo más de tres semanas antes del doble anuncio de Trump a través de Twitter, el Frente Polisario daba por liquidado el alto el fuego vigente desde 1991 (Rabat no se ha dado, sin embargo, por aludido). Desde entonces la tensión está presente en la zona: aunque no se han producido movimiento­s importante­s sobre el terreno, las fuerzas polisarias y marroquíes han intercambi­ado fuego de manera intermiten­te desde entonces.

Apertura de embajadas

Varios han sido los hitos alcanzados en el último año, desde el nombramien­to respectivo de embajadore­s y la apertura de representa­ciones diplomátic­as –no embajadas sino oficinas de enlace; ya las hubo a mediados de los 90 en Tel Aviv y Rabat– hasta la visita del ministro de Exteriores israelí, Yair Lapid, a Marruecos en agosto pasando por simbólicas iniciativa­s de cariz cultural (por ejemplo, que jóvenes marroquíes estudien en Israel o la lengua hebrea se pueda aprender en Marruecos).

Una empresa israelí, Radio Petroleum, busca petróleo y gas en aguas del Sáhara Occidental tras firmar un acuerdo con la administra­ción marroquí en octubre para la exploració­n del conocido como bloque Dajla Atlántico. Marruecos e Israel han puesto de manifiesto que dos países pueden entenderse cuando hay voluntad política.

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EFE EE UU escenificó el apoyo a la soberanía marroquí del Sáhara Occidental con la visita de un alto funcionari­o en enero

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