«Al ver los aplausos a Antza se me encogió el estómago» Juan Luis Carrasco
ResultaResulta que Idoia Mendia no tiene el cuerpo para fiestas. Nos tenía engañados y hay que reconocerlo. Creíamos que sus tragaderas eran las del sumidero del estanque del parque madrileño del Retiro. Pero no. Pecaríamos de injustos si no reconociéramos que las apariencias nos han confundido en el caso de la vicelendakari. Algunos tragan sapos por lealtad o por afición, o sencillamente por esa tendencia inquebrantable inquebrantable de los políticos, del ser humano en general, a medrar que es trepar. Pero no, en política se está para servir y no para servirse. Antes la dignidad que el partido, musitan para convencerse en su fue ro intento. Ella nunca haría cosas que nos helarían la sangre, parafraseando a la madre coraje de Pagaza, víctima de ETA. Memoria y dignidad, verdad, consejera. La buena de Idoia Mendia, que ya pasa sus días crepusculares en política al calor del partido único, el PNV, tras haber legado el liderazgo del PSE a Eneko Andueza, otro héroe en la retirada sociata, ha confesado que, al ver las imágenes de simpatizantes de Sortu aplaudiendo en la entrada de los juzgados de San Sebastián al jefe et arra Mik el Al bis u,Antza,s ele« en cogió el estómago ». Vaya por Dios. Lo primero, sales de frutas o algún protector gástrico tipo omeprazol. Después, la inquietud por la evolución de esas tripas que no se revolvieron cuando preparaba la cena navideña entre sonrisas y brindis con Otegi, otro señor de las pistolas, o en esas sociedades políticas con los bilduetarras en Madrid, Vitoria y ayuntamientos vascos y navarros. Igual, alguna úlcera reciente o un reflujo de vergüenza.