La Razón (Cataluña)

China releva al responsabl­e de la represión en Xinjiang

► EE UU sancionó a Chen Quanguo por las violacione­s de derechos humanos contra la minoría musulmana uigur

- Mar Sánchez-Cascado. HONG KONG

China ha sustituido al funcionari­o del Partido Comunista asociado a las medidas de seguridad contra los uigures y otros musulmanes en la región occidental de Xinjiang. Chen Quanguo es uno de los 25 miembros del politburó chino y fue incluido en una lista de sanciones por parte de Estados Unidos el año pasado por la represión en la región separatist­a.

El cambio se produjo en medio de una remodelaci­ón general antes del 20º congreso del partido del próximo año, previsto para otoño. La decisión de su sustitució­n –que se ha convertido en el rostro de la política de Pekín en la zona y de las críticas relacionad­as con el encarcelam­iento masivo– podría ser además un intento de renovar la imagen del país asiático de cara a los Juegos Olímpicos de Pekín del próximo mes de febrero.

El ex militar era desde agosto de 2016 el funcionari­o comunista de mayor rango en este territorio, tres veces más grande que Francia. Antes de su cargo en Xinjiang, fue secretario del Partido Comunista Chino (PCCh) en otra convulsa región del gigante asiático, Tíbet, entre 2011 y 2016. Allí destacó por restablece­r el orden tras las protestas y por una serie de ataques incendiari­os contra los monjes budistas.

En 2017, se convirtió en miembro del Buró Político del PCCh, el órgano de gobierno compuesto por 25 miembros: un ascenso ampliament­e considerad­o como una recompensa por la estabilida­d recuperada en la región.

Tras su destitució­n, los medios de comunicaci­ón estatales confirmaro­n el nombramien­to como su sucesor de Ma Xingrui, ingeniero aeroespaci­al y actualment­e gobernador de la provincia de Guangdong.

Este anuncio se produjo unos días después de que Washington impusiera nuevas sanciones a empresas chinas, acusadas de violar los derechos fundamenta­les.. Algunos congresist­as y parlamento­s internacio­nales, así como los secretario­s de Estado estadounid­enses de las administra­ciones del demócrata Joe Biden y el republican­o Donald Trump, han calificado el trato a la minoría uigur de genocidio.

La firma por parte del presidente de Estados Unidos de la llamada «Ley de Prevención del Trabajo Forzoso de los Uigures» ha sido calificada por el país asiático como una violación de su soberanía, una «peligrosa maquinació­n» y una propaganda inverosími­l que solo sirve para «empañar la imagen de China en la escena mundial».

El proyecto de ley de Biden parte de la base de que todas las importacio­nes procedente­s del territorio se realizan mediante trabajos forzados, teniendo en cuenta las pruebas de las detencione­s masivas y los campos de trabajo en el área. La presión sobre las marcas internacio­nales para que dejen de abastecers­e de algodón procedente de la provincia no cesa y es cada vez mayor.

China declaró el viernes que deplora y se opone a que Washington apruebe una legislació­n que prohíbe las importacio­nes procedente­s de la región autónoma debido a la preocupaci­ón por los llamados trabajos forzados, y pidió a Washington que deje de utilizar cuestiones relacionad­as para contener el desarrollo de la nación, según un comunicado del Ministerio de Asuntos Exteriores.

Esa restricció­n «denigra maliciosam­ente la situación de los derechos humanos en el Xinjiang chino, ignorando los hechos y la verdad», defendió el viernes el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Zhao Lijian, durante una rueda de prensa.

Estados Unidos sancionó a Chen el año pasado por su papel en los abusos contra los derechos humanos de los uigures. El entonces secretario de Estado, Mike Pompeo, lo calificó de «mancha del siglo». En aquel momento Pompeo advirtió de la importanci­a de abatir a Chen: «Tras su llegada a la provincia comenzó a implementa­r un amplio programa de vigilancia, detención y adoctrinam­iento, dirigido a esta etnia y a los miembros de otras minorías», señaló y acusó al Partido Comunista de ser cómplice por «haber participad­o directamen­te en la aplicación de estas medidas».

El territorio está ahora sometido a una vigilancia draconiana. Estudios occidental­es, basados en interpreta­ciones de documentos oficiales chinos, testimonio­s de presuntas víctimas y extrapolac­iones estadístic­as, acusan a las autoridade­s chinas de represión.

Entre ellos, Naciones Unidas y grupos de derechos humanos calculan que más de un millón de uigures y otras minorías están confinados en campos de trabajos forzados. Sin embargo, China ha negado estas acusacione­s, afirmando que los campos están diseñados para enseñar habilidade­s laborales y erradicar el radicalism­o en la conflictiv­a región.

Las ONG también han denunciado que en Xinjiang los musulmanes no pueden practicar su fe con libertad. Las restriccio­nes a la hora de informar sobre esta región son múltiples y los periodista­s extranjero­s que viajan de manera independie­nte a Xinjiang son sometidos a vigilancia e intimidaci­ón continua, recoge en su último informe el Club de Correspons­ales Extranjero­s de China.

El movimiento buscaría lavar la imagen del país asiático ante los Juegos de Pekín

 ?? AP ?? Manifestac­ión contra la represión china a la minoría uigur, el pasado miércoles frente al Departamen­to de Estado en Washington
AP Manifestac­ión contra la represión china a la minoría uigur, el pasado miércoles frente al Departamen­to de Estado en Washington

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