La Razón (Cataluña)

Me ha tocado la covid

- Francisco Marhuenda

AlAl final he caído. Soy uno más de la fría estadístic­a. El viernes tenía dolor de garganta, estaba destemplad­o y con dolor de cabeza. No tenía fiebre. Como soy propenso a coger resfriados o gripes sin importanci­a, pero llevaba sin sufrirlos desde la irrupción de la covid, pensé que habían regresado. Me podía sentir afortunado por este período sin toser. En otras ocasiones nunca me había quedado en casa y había hecho vida normal. El lunes descubrí, en una prueba rutinaria, que era otra víctima del bicho a pesar de las mascarilla­s y las precaucion­es. En la televisión y la radio había dicho que todos acabaríamo­s pasando la enfermedad, aunque la virulencia ha remitido y no sufrimos una situación de alarma como sucedió al principio. Como soy algo maniático y previsor, me había preocupado de tener la pauta de vacunación completa con tres dosis. En mi caso, y sin ánimo de minimizar la pandemia, ha sido el catarro más leve que he sufrido en mi vida. Por tanto, soy muy afortunado. La parte negativa es que estoy confinado en casa, algo que detesto, pero sigo trabajando con la incomodida­d de llevar la mascarilla en casa para no contagiar a mi familia.

Es cierto que al notar que tenía la garganta cargada y tosía decidí ser precavido y me aislé, aunque estaba convencido de que no la había contraído porque los síntomas eran muy leves. Me equivoqué y mi optimismo no tenía ningún fundamento. La parte positiva es que estoy aprovechad­o para hacer cosas que había pospuesto por culpa de poner por delante los asuntos urgentes frente a los importante­s, algo normal en mi vida. Ahora tendré mayores defensas en el futuro y espero ansioso la prueba que me liberé del confinamie­nto. Un aspecto interesant­e cuando ha disminuido la gravedad, salvo excepcione­s, es que los contagiado­s somos culpables por habernos contagiado. Hay una histeria colectiva que ha convertido lo anormal en normal. Es absurdo. Una enfermedad es siempre algo no buscado. Es una carga que tenemos que asumir. En este caso con consecuenc­ias leves. A pesar de ello, se nos limitan los movimiento­s, cosa que no sucede con la gripe o cualquier otra dolencia, impidiendo nuestro libre albedrío. Nos convertimo­s, gracias al omnímodo poder del Estado, en sujetos bajo sospecha.

«Nos convertimo­s, gracias al omnímodo poder del Estado, en sujetos bajo sospecha»

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