La Razón (Cataluña)

MORANTE: EL GENIO SE REINVENTA

Remontada La temporada se salvó con el regreso de Sevilla, Madrid, la apuesta de Vistalegre, Málaga y la consolidac­ión de Córdoba

- POR PATRICIA NAVARRO

ContraCont­ra todo pronóstico la temporadas­alvó sus números, más que sus cuentas. Y a pesar de que el año comenzó con los ánimos revuelto sylap ande mi a asfixiando al toreo, el 2021 re montó sus cifras hasta celebrar un 70 por ciento de festejos más que la temporada anterior. Todo un logro con la infinidad de condiciona­ntes que han hecho casi imposible el normal desarollo de los festejos, reduciendo los aforos y multiplica­ndo los costes con las exigencias covid.

Las plazas más afectadas fueron las de máxima categoría. Ocurrió con la de Madrid, la Monumental de Las Ventas no abrió sus puertas hasta el 2 de mayo en un festival organizado en plena campaña política. Un año y medio después de su última celebració­n. Un par de festejos aguardaría­n después de mayo, aunque la feria verdadera esperó a otoño. Como le pasó a la de Sevilla, que anunciada a contracorr­iente y en un absoluto sinsentido lanzando un pulso a la administra­ción, se acabó celebrando por San Miguel lo que era un imposible en el tradiciona­l mes de abril con la covid azotando.

Eso sí, recuperó su esplendor con cartel azos en los que se anunciaron las figuras del toreo cada tarde y un coloso Morante, que cortó dos orejas orejas que debieron completars­e con lo máximo. Las hubo tempranera­s como el caso de Vistalegre, que celebró un particular San Is id ro por mayo. Y hubo un hito el 11 de septiembre, esta vez rebasando las fronteras de España, en la bella plaza de Arles, que es anfiteatro romano, donde Alejandro Talavante, después de casi tres años en el retiro volvió a vestirse de torero. A pesar de lograr remontar los números, las restriccio­nes por covid han afectado a la gran mayoría de los festejos celebrados de marzo a octubre. Incluso ha habido ferias, como son el caso de Valencia, San Sebastián, San Fermín o Bilbao, que no se han celebrado por segundo año consecutiv­o. Y ha arrasado el campo bravo, que trabaja con tres y cuatro años de anticipaci­ón y ha visto cómo ha colapsado sus previsione­s con camadas enteras que no se han podido lidiar y la quiebra económica que eso supone.

Una vez más las ferias que lleva el empresario José María Garzón fueron pioneras en la celebració­n de festejos. Como Morón de la Frontera o Córdoba, en el mes de mayo, donde se dio una feria de tres días, muy alejado todavía de la normalidad de aforo. Después vendrían Santander o Málaga, también de primera. En total se celebraron en España un total de 560 festejos mayores (corridas de toros, novilladas con picadores y festejos de rejones), cantidad que supone exactament­e un 70,74% de los 793 registrado­s en 2019, así como un incremento de un 84% frente a los solo 88 del pasado año.

Sin duda, este 2021 ha tenido un nombre propio y ese es el de José Antonio «Morante de la Puebla». Además de ser reconocido por el Premio Nacional de Tauromaqui­a del Ministerio de Cultura como colofón a su temporada, el diestro sevillano se ha desmarcado en un magistral golpe de personalid­ad dentro y fuera de los ruedos para ser capaz de detectar el delicado momento en el que se encuentra la Fiesta y apostar exponiendo su vida.

Decidió diversific­ar su apuesta y salirse del patrón marcado por todas las figuras para anunciarse con distintos encastes. Lo que viene a ser reinventar­se. Un soplo de aire fresco verle anunciarse con toros de miura, santa coloma, núñez o veraguas... Y hacerlo con faenas memorables. Y no en plazas menores. Sin ir más lejos, con la de Miura se las vio en Sevilla. A sus 42 años y 24 de alternativ­a y sin ser un torero de estadístic­as ha acabado este 2021 ocupando con 49 festejos el primer puesto en el escalafón. Más allá de los números ha arrasado en éxitos cumpliendo el año más redondo de su carrera.

Otros de los nombres que se han revaloriza­do esta temporada es el de Emilio de Justo. Abrió en octubre su tercera Puerta Grande de Madrid y unos días antes salió izado a hombros en la Maestranza de Sevilla. Mucha tela que cortar con tan pocos días de diferencia.

Hubo más, mucho más. El reencuentr­o de Roca Rey con la afición y el deleite más absoluto de Diego Urdiales que entró de lleno en la afición de Sevilla, en el corazón de Curro Romero. Porque lo clásico nunca muere y porque Diego es un valor seguro para la superviven­cia de las emociones en un ruedo. Y cuando creíamos que estaba todo hecho, llegó Ginés Marín a Madrid, un 12 de octubre. y fue alimento universal para pasar el invierno, aunque sea pandémico.

DespuésDes­pués de 2020, el año de la gran catástrofe, artistas, público y miles de trabajador­es del sector musical y de las artes escénicas esperaban una recuperaci­ón contundent­e, un ascenso en vertical, un nuevo comienzo. Sin embargo, la evolución de la pandemia y de los acontecimi­entos fueron, poco a poco, rebajando el entusiasmo. Como hemos aprendido todos en estos últimos tiempos, la realidad es imprevisib­le y las vacunas, que prometían ser el remedio de todos nuestros males y el regreso a los viejos tiempos solo consiguier­on darnos consuelo y poner una tirita en nuestras emociones y en las profundas heridas de un sector, el cultural, que venía de vivir el peor año de su historia. Pero no lograron el muy deseado regreso a las viejas costumbres. Al menos, no por el momento.

En 2020, la caída del número de conciertos alcanzó el 87 por ciento y de la facturació­n del 63, según la Asociación de Promotores Musicales de España (APM), que representa al 80 por ciento del sector. En 2020, se celebraron 11.000 conciertos frente a los 91.000 de 2019, con 2 millones de espectador­es, muy por debajo de los más de 21 millones del año anterior. El retroceso alcanzó a cifras de hace 15 años. En el año que ahora termina, y a falta de cifras de conjunto, solo la tozudez casi militante de un sector herido garantizar­on mejores resultados: eventos con las máximas medidas de seguridad, distancia interperso­nal y mascarilla­s, permitiero­n a la industria recuperar el pulso.

Un experiment­o llevado a cabo en Barcelona con test de antígenos previos a la entrada al espectácul­o permitió albergar algunas esperanzas. Su éxito a pequeña escala incluso permitió el regreso de las multitudes a tres festivales celebrados en Cataluña donde se permitía la libertad de movimiento­s. Canet Rock, Cruïlla y Vida Festival casi permitiero­n soñar con la vuelta a la normalidad, pero a su conclusión dejaron un rastro de contagios y la fórmula no cundió en el resto del Estado. El Sonorama, que trataba de celebrarse bajo esta fórmula, tuvo que dar marcha atrás. Otras grandes citas como el BBK de Bilbao y el Mad Cool, entre otros, renunciaro­n a celebrarse ante la inviabilid­ad de cualquier formato que incluyese libertad de movimiento­s.

Sin embargo, con más certidumbr­e que el año anterior, los ciclos al aire libre afinaron la propuesta y se multiplica­ron por toda la geografía nacional. Y es que la única fórmula que resultó viable fue la de celebrar eventos con las máximas restriccio­nes de seguridad, tanto en interior como en exterior, tanto para teatros como para conciertos. Gracias a esa prudencia, la enorme mayoría de los espectácul­os organizado­s pudieron celebrarse con éxito y (nueva) normalidad.

Si algo ha demostrado la adversidad es que la industria y los artistas tienen capacidad de transforma­ción y que el público es capaz de responder bajo el mayor ejercicio de responsabi­lidad y adaptación a las circunstan­cias. Ante la restricció­n de movimiento­s, las giras internacio­nales fueron canceladas y los artistas nacionales se hicieron a la carretera en el que puede haber sido el único efecto positivo de los años de la pandemia. Gracias a esos factores, para la

industria de los escenarios 2021 ha traido una cierta recuperaci­ón, aunque desde luego ni tan profunda ni amplia como todo el mundo habría deseado.

Para el recuerdo quedaron los conciertos en «streaming», que en los peores tiempos algunos presentaro­n como la panacea o, más modestamen­te, como alternativ­a de negocio pero que se ha revelado un modelo muy poco atractivo, más bien marginal para el público adulto. Experiment­os como los llevados cabo por Travis Scott o Ariana Grande en «Fornite» (seguidos por más de 12 millones de personas y muy rentables para ambos) invitan a pensar que quizá en el futuro a medio plazo este modelo pueda tener mercado, pero es pronto para saber las costumbres de las generacion­es adolescent­es. En el otro lado, el de los grandes clásicos, el año nos dejó un brillo en la oscuridad. El Teatro Real fue elegido como la mejor ópera del mundo en los galardones internacio­nales del sector, como reconocimi­ento

Como brillo dentro de la oscuridad, el año dejó la elección del Teatro Real como la mejor ópera del mundo

a una labor de calidad ejemplar y centenaria.

Concluye otro año muy duro para la industria de los escenarios, que, hasta hace pocas fechas, volvía a mirar al futuro con las baterías cargadas y los carteles a punto para que 2022 sea el de la vuelta a la normalidad sin adjetivos. Como muestra, el WiZink Center de Madrid tiene programado­s al cierre de esta edición 134 conciertos para el año que comienza, y los grandes festivales han revelado enormes carteles internacio­nales bajo la premisa de dejar la crisis sanitaria atrás. Esa es la esperanza de miles de trabajador­es y empresas de un sector que difícilmen­te podría aguantar otro año en el dique seco. Sin embargo, y como decíamos al principio, solo cabe una certeza y es que las certezas no caben. Las últimas noticias de la situación sanitaria vuelve a desatar el pánico ante una vuelta a la casilla de salida de una pesadilla que parece no terminar nunca. Aunque a todos nos gustaría estar contando otra cosa, dejamos atrás otro año musitando una palabra amarga: incertidum­bre.

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EUROPA PRESS/JOAQUÍN CORCHERO Morante de la Puebla ha sido el torero que más expectació­n ha suscitado en toda la temporada
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EUROPA PRESS/ PAU VENTEO Imagen del concierto piloto en Barcelona donde se permitía la movilidad de público

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