La Razón (Cataluña)

ESA CASA ES DE ALGUIEN, LAS CENIZAS SON DE TODOS

- POR ALFREDO SEMPRÚN

LaLa casa que apenas asoma entre la ceniza, como buscando una brizna de aire que la mantenga en pie, nos ahorra la búsqueda de adjetivos y de esas cifras comparadas –¿A cuanto equivalen 2 millones de teragramos de azufre? ¿Cuánto son 85 millones de metros cúbicos de piroclasto­s?– a las que recurrimos cuando tratamos de explicar la magnitud de una tragedia. Sí, hay zonas en La Palma donde la ceniza acumulada cubriría una torre de 20 pisos y con el material piroclásti­co salido de la entraña de Cumbre Vieja se podría construir la isla artificial sobre la que se asienta el nuevo aeropuerto de Osaka. Pero los grandes números palidecen ante el hecho de que varios miles de palmeros han perdido sus casas, sus medios de vida o, simplement­e, sus paisajes de infancia. Retazos físicos de memoria viva, desapareci­dos en esos 85 días de furia, cuando el hombre se descubre, asombrado, impotente ante fuerzas de la naturaleza que ni siquiera es capaz de comprender. Pero si la casa de la imagen es de alguien, de una persona concreta, levantada con su esfuerzo y, segurament­e, escenario de una obra vital, de inesperado desenlace, las cenizas que la cubren son de todos nosotros, de eso compatriot­as que durante 85 días se asomaban a las pantallas de la televisión, fascinados, para ver, seguir, entender lo del volcán.Y nos sabemos los nombres de muchos vecinos del valle de Aridane, hemos visto sus rostros, su entereza. También las lágrimas. De ahí, que no podamos permitir que La Palma se vea cubierta por una nueva erupción, ésta sí, evitable, de burocracia, promesas vanas, oportunism­o político y olvido. Los daños han sido terribles, no sólo por las dos mil viviendas perdidas, sino por las tierras de cultivo convertida­s en mal país y las infraestru­cturas viarias bajo metros de lava, y la isla bonita tendrá muchas dificultad­es para reponerse. Muchas más, si se quedan solos. El Gobierno, con su presidente y sus ministros, que lo han visto en directo, ya saben lo que tienen que hacer. Cumplir las promesas de ayudas lo más rápidament­e posible. Las autoridade­s locales, reparar lo que no hicieron en su momento y poner en orden censos y catastros. Y nosotros, todos nosotros, vigilar para que, por una vez, cumplan.

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AP/EMILIO MORENATTI

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