La Razón (Cataluña)

Apaciguami­ento de enero Rocío Colomer

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LaLa llamada en la vigilia de Fin de Año entre Vladimir Putin y Joe Biden, realizada a iniciativa del maestro del Kremlin, sienta las bases de un diálogo entre Occidente y Rusia que copará el mes de enero ante el temor de una invasión rusa de Ucrania. El día 10 se celebrará en Ginebra una negociació­n bilateral entre Washington y Moscú para abordar los tratados de control de armas nucleares y el estacionam­iento de tropas rusas en la frontera oriental. Estas conversaci­ones darán paso a un encuentro entre Rusia y la OTAN previsto (pero no confirmado) para el 12 de enero y un día después, se hará lo propio con la OSCE.

Putin insiste en que su prioridad es la negociació­n de dos nuevos tratados que redefinan el equilibrio y la arquitectu­ra de seguridad de Europa. Para el presidente ruso, el bienestar de su país pasa por la prohibició­n de cualquier expansión de la OTAN y el fin de las maniobras militares occidental­es cerca de sus fronteras, un área que considera, con su mentalidad de ex agente de la KGB, su área de influencia. Putin ha llegado a calificar la implosión de la URSS como la gran catástrofe geoestraté­gica del siglo XX. Durante la tradiciona­l rueda de prensa de este mes de diciembre, el presidente ruso recordó las palabras de 1918 de un asesor del presidente estadounid­ense, Woodrow Wilson, en las que afirmó que el mundo estaría más tranquilo si la gran Rusia quedase dividida en varios países. Para Putin este pensamient­o está detrás de la caída de la URSS seis décadas más tarde. La nostalgia imperial y la paranoia soviética distorsion­an el análisis de la realidad que realiza el presidente ruso. Olvida que la mayoría de ex repúblicas son países soberanos que quieren decidir su propio futuro sin tutelas. No van a renunciar a su libertad, como tampoco la OTAN puede otorgar a Rusia un poder de veto.

Este 25 de diciembre, Día de Navidad, se cumplieron 30 años de la descomposi­ción de la Unión Soviética. Tres días después, como si de una inocentada se tratase, el Tribunal Supremo de Rusia disolvió Memorial Internacio­nal, una de las organizaci­ones de derechos humanos más respetadas del país dedicada a denunciar los crímenes soviéticos. Memorial se fundó en la década de los 80 en el contexto de la Perestroik­a de Mijaíl Gorbachov por lo que es anterior a la creación de la Federación de Rusia. Tatiana Glouchkova, miembro de la dirección de esta sociedad, ha denunciado un inquietant­e reflejo entre la represión de la Rusia actual y la de su peor pasado totalitari­o. Para Glouchkova estas similitude­s perturban al Estado ruso y por eso quieren borrar la huella de los crímenes. La medida sienta un terrorífic­o precedente para el resto de ONG’s en Rusia.

Los dos últimos años, 2020 y 2021, la situación de los derechos humanos ha empeorado drásticame­nte. El opositor ruso más destacado, Alexei Navalny, permanece en una cárcel de máxima seguridad después de que intentaran envenenarl­o con un agente nervioso depositado en sus calzoncill­os. El Parlamento Europeo le reconoció este año con el Premio Sajarov que fue recogido por su hija Daria. En Bruselas, la joven recordó algo que no deberían olvidar los negociador­es occidental­es ante el maratón de enero: «El apaciguami­ento con los tiranos no funciona». Biden prometió poner los derechos humanos en el centro de su política exterior, es una buena ocasión para demostrarl­o.

Para Putin la seguridad de Rusia pasa por la prohibició­n de una expansión de la OTAN

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