La Razón (Cataluña)

Un agente del GAR bate el «récord»: 50 años de uniforme de guardia civil

► Manuel Peláez se siente orgulloso de haber podido servir a España y a los españoles en esta unidad de élite

- J. M. Zuloaga .

«Lo difícil se hace; y lo imposible, se tarda un poco más», recuerda el agente de la Benemérita

La sorpresa surge al comienzo de la entrevista. «Yo te llevé a ti en el coche del jefe del GAR (Grupos Antiterror­istas Rurales) en un reportaje que hiciste de la unidad en 1987, en el que recorrimos diversas localidade­s de Guipúzcoa y Navarra». El interlocut­or es nada más y nada menos que Manuel Peláez, el guardia civil que durante más tiempo ha vestido el uniforme de la Benemérita, 50 años y tres meses, la mayoría de ellos en el GAR. Acaba de jubilarse y no ha perdido la jovialidad de entonces. Recordamos cómo, en cada semáforo, al abandonar San Sebastián, el agente de escolta se bajaba del coche con el fusil de asalto HK en la mano, para evitar la acción sorpresa de un «comando». Tiempos difíciles.

El hecho de haber sido el agente con tan honroso «record» nace de una triste situación, la súbita muerte de su padre en 1971, también agente de la Benemérita.

No quería ser una carga más para su familia. Deseaba ingresar en el Colegio de Guardias Jóvenes de Valdemoro, pero no había cumplido los 15 años reglamenta­rios y se le concedió una gracia especial para que pudiera hacerlo.

Era el más joven de la promoción, pero no fue un impedi mento para que a los dos años y meses obtuviera el despacho de guardia y fuera destinado al Parque Móvil de Logroño.

Fue la acción criminal de ETA la que determinó la creación del primer grupo de la Unidad Antiterror­ista Rural (UAR), sobre la base de 30 hombres al mando del capitán Astrain, que se sometieron a diversos entrenamie­ntos, entre ellos los de guerra de guerrillas, en la unidad militar de Jaca. Peláez, al que el destino le había reservado el honor de prestar servicio en los puestos de mayor riesgo y fatiga, era uno de ellos. Recuerda que, en una visita que realizó a la base de Logroño el entonces director general de la Guardia Civil, general Ibáñez Freire, se le hizo una demostraci­ón. («Como íbamos a utilizar fuego real, el páter nos dijo una misa de madrugada» comenta). Tan impresiona­do quedó el director, que exclamó: «quiero 400 como éstos» Y se organizó la configurac­ión de la unidad con esa amplitud mediante entrenamie­ntos en Argamasill­a de Alba. El comandante Jesús Vélez se puso al mando

El terrible atentado de Ispaster, el 1 de febrero de 1980, en el que, en «una auténtica acción de guerra, con fuego cruzado en V, fueron asesinados seis compañeros», precipitó los acontecimi­entos e, inmediatam­ente, dos secciones se desplazaro­n desde la base de Getafe al País Vasco a bordo de dos aviones Hércules. Desde ese día, las cosas cambiaron para ETA, porque en cualquier rincón del monte, en el recodo del camino o carretera más inesperado, se podían encontrar con los guardias del GAR, a los que pronto empezaron a temer ante su sola presencia.

Peláez era uno más de aquellos agentes, con una voluntad de servicio absoluta y, subraya, «siempre alegre, por poder ayudar a los demás. En mi vocabulari­o, no existe el término “no”. Hacer favores y no pedir que te los hagan» Esa alegría, optimismo, amor a la Patria, lo lleva hasta el último día de su vida: «tengo escrito que me entierren con el traje del GAR y que el féretro lo cubran con la Bandera Nacional. Y que, después, mis amigos se vayan a tomar unos vinos para recordarme con alegría, no con pena».

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El guardia Manuel Peláez, con el uniforme del GAR, junto a la imagen de la Virgen del Pilar, Patrona de la Guardia Civil

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