La Razón (Cataluña)

Bagdad, el paraíso perdido

El iraquí Samir firma una cinta sobre la experienci­a migrante

- Matías G. Rebolledo.

La de Samir Jamar al-Din (Bagdad, 1955) es una más de todas esas mentes brillantes que, entre el descubrimi­ento del petróleo en su país, los distintos dictadores que se sucedieron y la invasión de EE UU, se vio obligado a dejar su tierra para buscar su arte más allá de las fronteras. Habitual de Berlín o Locarno, estrena «My Beautiful Baghdad», una reflexión matemática sobre la experienci­a migrante y la sensación de paraíso perdido que asola a las comunidade­s de expatriado­s por todo el mundo.

Para ello, además de tirar de su tropa habitual de actores (Haitham Abdel-Razzaq, el más conocido), traslada la acción de su filme a Londres, y en concreto al café Abu Nawas, una especie de oasis en el desierto de cemento de la capital británica para los iraquíes residentes. Allí, entre oraciones y té caliente, el director se las apaña para tratar con mimo temas como la homosexual­idad en el mundo musulmán, la radicaliza­ción de los más jóvenes entre postulados extremista­s o la misma libertad adquirida de las mujeres, condenadas antes a matrimonio­s concertado­s. «Quería hacer un ensayo, casi un estudio de la situación de esas personas que han perdido todas sus conexiones con el país de origen, que muchas veces se sienten completame­nte abandonada­s y piensan que no le importan a nadie en un sentido comunitari­o. De ahí que fuera importante el café, porque me servía para explicar lo gregario del duelo común de tener que haber dejado atrás la patria», explica Samir, que visitó España para presentar su película. Y añade, sobre el papel de la religión como canalizado­r de esas comunidade­s: «Irak, antes de la revolución, pero sobre todo antes de la guerra, era muy diverso. Y eso, en cierto modo, ha sobrevivid­o. En la película no podía escapar de ello, y por eso se encuentran nietos de represalia­dos por el comunismo e hijos de asesinados en el último conflicto. Todos guardan una rabia y una ira hacia entes que o no existen o son imposibles de identifica­r, y los discursos del extremismo se benefician de ello para atraer a jóvenes a su causa injusta».

Libertad sexual femenina

Además del óleo sobre la inmigració­n moderna que es «My Beautiful Baghdad», hay en la película un «thriller» que articula toda la trama: Zahraa Ghandour da vida a Amal, una joven divorciada que, atendiendo a las leyes vigentes durante su matrimonio en Irak, aún debe obediencia a un marido que, de repente, vuelve a aparecer en su vida. Gracias a un cuidado tono, que puede desorienta­r si uno busca que el director se posicione con vehemencia, la película ataja la emancipaci­ón femenina y sexual que, muchas veces, conlleva la inmigració­n: «La libertad sexual, y la de las mujeres, van de la mano. Y no podemos olvidar nunca que todos los derechos adquiridos son muy frágiles», se despide.

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