El café de las tragedias
Un café londinense regentado por refugiados iraquíes es el paraíso perdido desde el que se distribuyen, como tazas de té que queman en las manos, las múltiples tramas de «My Beautiful Baghdad». Decimos que queman porque todos los personajes que pasan por allí llevan la cruz de ser representaciones de un Gran Problema de la Sociedad Contemporánea, y la película siente la necesidad de desprenderse de ellos, de lanzarlos contra el espectador como si fueran cócteles molotov. El racismo, la homofobia, la violencia de género, el extremismo radical, la inmigración inmigración ilegal, el choque entre culturas, la traición ideológica… Es posible que nos olvidemos algún Gran Tema, porque la narrativa radial del filme funciona más por acumulación que por economía.
Lo mejor
►Despierta las ganas de saber más sobre las guerrillas políticas del Irak de Saddam
Lo peor
►La necesidad de sentenciar con demasiados clichés sobre cuestiones de actualidad
A esta estructura coral pero interconectada por un espacio y la condición de exiliados políticos de los protagonistas se añade una segunda estructura, que vertebra la confluencia de todos los microrrelatos a partir del interrogatorio policial a Taufiq, poeta activista contra el régimen de Saddam Hussein que, ahora, en Londres, trabaja como vigilante jurado del British Museum y que, desde su confesión, desgrana la cadena de tragedias que desemboca en un par de apuñalamientos a cara descubierta. Samir se salta el punto de vista cuando le viene en gana, enfocando y desenfocando las tramas para disimular su culebronesco desarrollo, más afín al formato de telenovela que al de largometraje convencional.