La Razón (Cataluña)

«The King’s Man»: espías y colonialis­mo

Matthew Vaughn reescribe la Primera Guerra Mundial con su servicio secreto

- Matías G. Rebolledo.

A estas alturas, tras darle forma a dos exitosas entregas de la saga «Kingsman», a nadie se le escapa que Matthew Vaughn volcó su frustració­n por no ser elegido para dirigir ninguna entrega de Bond en crear su propio universo de agentes secretos. Más brutos, más caricature­scos y reaccionar­ios si cabe, todos los hombres del Rey vuelven en una tercera película, «The King’s Man: la primera misión», para indagar en sus orígenes. Con Ralph Fiennes al frente como el fundador de la logia, Gemma Arterton, Harris Dickinson y Djimoon Honsou completan el reparto.

De Rasputín a la Matahari

Para que entendamos de dónde viene el servicio más secreto que el servicio secreto, Vaughn nos traslada a los tiempos del colonialis­mo previos a la Primera Guerra Mundial. Fiennes es un aristócrat­a británico que, en mitad de las luchas de poder de los terratenie­ntes, pierde a su esposa en fuego cruzado. Desde entonces, jurará salvaguard­ar la paz mundial, junto a su hijo (Dickinson), cueste lo que cueste. Para ello cuenta con la ayuda de una sirviente, Arterton, junto a la que intentará evitar el asesinato de Francisco Fernando de Austria que dio origen a la Gran Guerra y desenmasca­rar a una organizaci­ón de la que forman parte sujetos tan variopinto­s como Lenin, Rasputín, Gravilo Princip o la infame Matahari. «Es ficción, sí, y no creo que Matthew Vaughn pretendier­a dar ninguna lección, pero me gusta mucho cómo la película explota la leyenda de estos personajes más allá de lo que sabemos realmente de ellos. No hay que tomarlo como un documental o algo histórico», explica Arterton desde Londres por videollama­da.

Y sigue, sobre la crítica al colonialis­mo inglés que desencaden­ó el conflicto armado y se puede deducir de la película: «Ya era hora, aunque sea desde una visión más irónica o cómica, de que el cine más global y espectacul­ar se enfrentara a ello. Es una verdad incómoda, y había que retratarla. Como inglesa, y me siento capacitada para hablar por Matthew, puedo decir que esta película entra de lleno en el debate que abrió el Brexit sobre qué significa ser británico. Con todo lo bueno, pero también con todo lo malo de nuestro bagaje histórico», se sincera.

Así, entre la historia para necios que plantea Vaughn y la revisión más agradecida con el contexto, «The King’s Man» olvida en cierto modo la fórmula de sus dos anteriores entregas, prescindie­ndo también de cualquier conexión con el carismátic­o personaje de Taron Egerton e intentando entretener más que darle un calado histórico a la fundación de la organizaci­ón. «Creo que Matthew Vaughn es el director más riguroso con el que he trabajado nunca. La gente se queda solo con cómo filma la acción, cómo le da empaque a las escenas, pero te aseguro que la coreografí­a a la que se someten los cámaras y el equipo de iluminació­n es igual o más dura que la que ensayamos los actores. Así es como consigue que sus películas sean tan matemática­s, tan molonas para el espectador», concluye Arterton sobre una acción, la de «The King’s Man», que brilla en las escenas de pelea física pero a la que se echa de menos en medio del drama paterno-filial que da sentido al filme.

«La película reflexiona sobre qué significa ser británico», opina Gemma Arterton «Ya era hora de que el cine más espectacul­ar y global abordara el colonialis­mo», añade la actriz

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