La Razón (Cataluña)

Cataluña y la pesada losa del «procés»

Editorial

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AunqueAunq­ue desde el nacionalis­mo y las izquierdas se traten de desvirtuar las razones del éxito económico de la Comunidad de Madrid con pintoresca­s alusiones al «dumping fiscal» y al efecto capitalida­d, lo cierto es que no han sido sólo las acertadas medidas de estímulo aplicadas por el gobierno madrileño lo que explica el enorme salto adelante que ha experiment­ado la región, hasta convertirs­e en la mayor comunidad por PIB de España, sino que, desafortun­adamente, Madrid se ha visto beneficiad­a por la pérdida del atractivo inversor de una Cataluña sometida por el separatism­o a la tensión de una década de proceso secesionis­ta, que culminó en el referéndum ilegal y el golpe de 2017. Fue a partir de ese año, precisamen­te, cuando se produce el sorpasso económico madrileño sobre el Principado, acontecimi­ento que puede ilustrarse en un sola cifra: en 2020, la Comunidad de Madrid recibió el 75 por ciento de todas las inversione­s extranjera­s realizadas en España. Cataluña, no llegó al 18 por ciento. Es, por lo tanto, innegable el daño que ha causado a los ciudadanos catalanes el proceso separatist­a y, por ende, al conjunto de España, puesto que una Cataluña potente, referente industrial de la nación, hubiera tirado al alza de la economía española en unos momentos de especial dificultad. No ha sido así. Hoy, Cataluña es la comunidad con la mayor deuda pública de entre todas las regiones españolas, con el 35,9 por ciento del PIB, y la que, al mismo tiempo, presenta una las mayores tasas de presión fiscal. Mientras Madrid, con mucho menos territorio, crece por encima de la media española, trata de contener el gasto público y promueve una política de estímulos fiscales y agilidad administra­tiva, Cataluña multiplica las trabas a la inversión con medidas que distorsion­an el mercado inmobiliar­io y la industria turística y que incrementa­n el esfuerzo fiscal de empresas y ciudadanos, pero que también afectan a la seguridad jurídica. Por no señalar el efecto negativo de unas políticas identitari­as, no exentas de xenofobia, que desalienta­n la llegada de capital humano. Así se explica que, cuatro años después de la intentona separatist­a, se mantenga la fuga de empresas hacia otros lugares de España más acogedores para el emprendimi­ento y que no deje de ensanchars­e la brecha con Madrid. Cataluña no está experiment­ando nada que no hayamos visto en otros procesos similares, como el de Quebec, inevitable­s cuando se instala entre los potenciale­s inversores la desconfian­za en el modelo institucio­nal y jurídico, y más acusados cuando se suman unas políticas económicas de carácter populista. Pero no está escrito en lugar alguno que no se pueda levantar la pesada losa del procés y que la sociedad catalana vuelva a ser ese referente de eficiencia y capacidad de progreso que la hacían cabeza indiscutib­le de España.

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