La Razón (Cataluña)

Almeida y el «caf é latte»

Letras líquidas

- Alejandra Clements

SiSi usted pide un «café latte» en Estados Unidos, quedará adscrito, casi de manera automática, a la ideología progresist­a. Así lo cuenta Ezra Klein en su libro «Por qué estamos polarizado­s»: una bebida cotidiana convertida en síntoma de la radicaliza­ción de la vida pública que, a través de circuitos cerrados que se retroalime­ntan, va alejando las distintas identidade­s, llamadas antes a la convivenci­a, y va abocando al sistema a un colapso cada vez más inevitable. El caso de la polarizaci­ón estadounid­ense, que se centra en lo identitari­o, no es único. La rigidez (que no firmeza) ideológica se ha ido desplegand­o en los últimos años por las democracia­s occidental­es al ritmo que marcaron la Gran Recesión de 2008 y sus consecuenc­ias, primero, y la devastador­a crisis sanitaria de 2020, después, y ha ido sembrando semillas que amplifican la división grupal y favorecen férreas adscripcio­nes. En España lo sabemos bien. Tras varias décadas instalados en el bipartidis­mo (imperfecto), nos hemos lanzado con pasión a practicar el bibloquism­o (parece que, éste sí, perfecto) hasta generar verdaderos compartime­ntos estancos que estrechan el espacio de la política: cada partido quedaría predetermi­nado, como por un designio inexorable, a pactar única y exclusivam­ente con sus limítrofes en ese arco ideológico imaginario que hemos institucio­nalizado. Y en medio de negociacio­nes abocadas al fracaso, acuerdos imposibles y cuentas que no salen, el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, desbarata esquemas y bendice sus presupuest­os con los «carmenista­s»: «Buscamos lo mejor para los madrileños». Anatema. Ese «modus operandi», que ya tuvo su precedente en los Acuerdos de la Villa en julio de 2020 (para la reconstruc­ción de la ciudad tras los críticos primeros meses de pandemia), confirma el empeño en el exotismo pactista. Que resulte incomprens­ible que un gobierno municipal de PP y Cs pueda llegar a puntos de encuentro con grupos alejados de sus postulados, pero con los que se coincide en propuestas tangibles, refleja una inflexibil­idad mental y social que asusta. O decepciona. O ambas cosas. El escándalo por un acuerdo rubricado «fuera de bloque» asombra más si se recuerda que este mismo país fue capaz de contempori­zar bandos antagónico­s, selló los pactos de La Moncloa y dio paso a una Transición ejemplar no hace tanto para terminar hoy inmerso en el «con ellos no» (heredero, quizá, del pecado original de aquel «no es no»), reduciendo la vida pública a un torpe algoritmo predispues­to que condena al vacío y a la ausencia de eso que se llama política. Tan difícil y tan fácil como que en Madrid quien quiera se tome un «café latte». ¿No?

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Teresa Ribera Ministra para la Transición Ecológica
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