Los últimos del 36
Ha fallecido, el jueves pasado, Ramón Sarmiento Otero, padre de mi admirado amigo el catedrático de Lengua Española Ramón Sarmiento González. Con el siglo cumplido, se ha ido una de las últimas conciencias y testigo de aquella barbarie que algunos quieren hoy resucitar sin tener idea alguna de lo que supone un enfrentamiento civil entre compatriotas. Sarmiento Otero estuvo a punto de morir en la contienda, encerrado en un barco, que los del bando republicano no supieron o no pudieron o no quisieron hundir. Y lo debió pasar muy mal. Sin embargo, educó a sus hijos sin odios revanchistas, desde la humildad de sentirse una víctima de todo aquello, y sin destilar rencor alguno contra quienes pudieron destruir su destino. Terminada la guerra, este humilde español y gallego de Maceda (qué hermoso pueblo y que entorno paradisíaco) se dedicó a trabajar y a mantener a su numerosa familia hasta su jubilación. Recuerdo cuando su hijo nos contaba que seguía conduciendo con 90 años, y la preocupación que esto les suponía a su familia. Y también tengo en mente una foto, tras un paseo por los alrededores de Maceda, con el hijo sentado en una piedra con cara de «no puedo más», y Ramón padre de pie, erguido, y con cara de «pues a mí se me ha hecho corto». Se nos han ido prácticamente todos aquellos españoles (mujeres y hombres, sí) que fueron víctimas de un conflicto en el que se ensayaron armas para la posterior guerra mundial y en el que se enfrentaron dos formas de concebir España («una de las dos ha de helarte el corazón», a eso volvemos, don Antonio) y que tuvo como víctimas a españoles de los dos bandos. Si don Ramón pasó página y perdonó, ya va siendo hora de que todos hagamos lo mismo. Es mi gran deseo, desde este humilde homenaje, para 2022.