«No es un proyecto político, es solo una conversación»
DesdeDesde que se cayó el muro de Berlín y se fue al cuerno la Unión Soviética los pobres mortales venimos asistiendo al espectáculo de travestismo político variopinto, sostenido y extenso que llevan a cabo los partidos comunistas en busca de un lugar bajo el sol. Pero, señora ministra, lo suyo alcanza cimas insuperables, de quitarse el sombrero. Bien está que hallamos dejado atrás lo de llamarnos Partido Comunista y que, ahora, seamos plataformas, agrupaciones o coros y danzas de pintorescas denominaciones, pero lo de «establecer una conversación con los españoles» nos lleva por terrenos inexplorados y, por lo tanto, azarosos. Digo yo que lo normal, lo que entendería la gente, es que usted se haga jefa, líder, presidenta o jerarca de un partido, agrupación, plataforma, coalición, soporte o púlpito; que presente un programa político y que lo someta a las urnas, sin darle más vueltas. Porque la conversación se le va a quedar en charlita y, además, corta, corta, del tenor de qué tal si subimos los impuestos a los ricos, qué tal sin nacionalizamos la banca y las eléctricas, qué tal si restringimos el vehículo privado, los plásticos, las terrazas, el tabaco, el turismo; qué tal si ponemos más tasas verdes para luchar contra el cambio climático, qué tal si vamos a una agricultura más sostenible, qué tal si cerramos las nucleares, qué tal si reducimos el gasto militar, qué tal si profundizamos en las políticas de género, qué tal si vamos a una República plurinacional, qué tal si repensamos la Unión Europea... Corta y muy conocida.