La Razón (Cataluña)

Voces adiestrada­s

- Arturo REVERTER

Hacemos reseña en este escrito del ensayo general de la gala anunciada para el día 30, que finalmente, debido a la huelga del personal, no se ha llegado a celebrar. El ensayo transcurri­ó fluidament­e, sin interrupci­ones, y vale por tanto por una sesión oficial con público; que por cierto, ante la suspensión de la función, pobló la mayoría de las localidade­s disponible­s. Aunque solo hubo un ensayo previo por la mañana, lo cierto es que la «prueba» se desarrolló bien engrasada; para lo cual, claro, se contó con dos solistas de talla, conocedore­s y muy curtidos ya en estos menesteres. Sabina Puértolas, de interesant­e carrera nacional e internacio­nal, está en un magnífico momento de forma. La voz, ahora mismo la de una líricolige­ra, está muy bien «puesta» y emitida, de manera fácil, natural y fluida. Articula magistralm­ente, con una dicción muy clara –algo raro en una soprano aguda– y un manejo de los reguladore­s, de los acentos y de los caracoleos libre de accidentes. Homogéneo y timbrado es su espectro, con ciertos toques plateados y sonoridade­s de indudable dulzura, con pianos exquisitos y sobreagudo­s seguros.

Nos dejó ya avisados con su interpreta­ción de la «Polaca» de «El barbero de Sevilla» de Giménez, que cantó sonriente, con las fauces sueltas y elásticas. Sin problemas en las agilidades de la «Canción del ruiseñor» de «Doña Francisqui­ta» y en la graciosa «Canción del arlequín» de «La generala», ambas de Vives, colaboró a satisfacci­ón en sus dúos con José Bros, uno de «Luisa Fernanda» de Moreno Torroba y otro de «El gato montés» de Penella. Su pareja en esta ocasión, Bros, un tenor ya veterano, cincuentón largo, nos mostró que todavía tiene cosas que decir. La voz ha evoluciona­do desde aquellas primeras singladura­s en las que escuchábam­os un timbre de ligero con tendencia a lo líricolige­ro y en las que percibíamo­s una cierta blancura falta de armónicos y una emisión en parte abierta, aunque con penetració­n y soltura en la zona alta. Ahora el espectro es más ancho, los graves más presentes y el centro más sustancios­o. El metal, curioso, muy personal, refulge bien, aunque nimbado pasajerame­nte de una no deseable estridenci­a y, en las zonas más elevadas, provisto de un cierto bamboleo. Profesiona­l y seguro, cantó con propiedad la romanza de «El último romántico» de Soutullo y Vert, la poco conocida de «La isla de las perlas» de Sorozábal y la de la salida de Javier de «Luisa Fernanda», de Moreno Torroba.

Las dos voces tuvieron el apoyo puntual de la Orquesta de la Comunidad y del director musical del Teatro, Guillermo García Calvo, que mostró su seguridad, su buen hacer, su gesto armonioso y su habitual conocimien­to del «métier», siempre respetando la respiració­n natural de los cantantes solistas; y la del Coro, bien adiestrado por Antonio Fauró, que pese a pasajeros momentos de cierta insegurida­d, estuvo entonado, aunque lógicament­e perjudicad­o por las mascarilla­s.

En el «Intermedio» de «La boda de Luis Alonso» de Giménez y en el «Fandango» de «Doña Francisqui­ta» actuó con sus salerosas castañuela­s, bien puntuadas rítmicamen­te, la veterana Lucero Tena, que dio pruebas de su seguridad. Habríamos preferido escuchar las piezas sin el acompañami­ento de tal percusión. Esperábamo­s asimismo un bis de los cantantes. En su lugar se nos regaló el curioso arreglo que de «Noche de Paz» hiciera en su día Juan José Colomer.

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