La Razón (Cataluña)

Andrés, el príncipe que no sudaba

«Era uno de los asquerosos beneficiar­ios de la red sexual del multimillo­nario Epstein»

- Francisco Marhuenda

PodríaPodr­ía ser el título de un cuento, sino fuera porque se trata de una historia tan sórdida como repugnante. Es verdad que hay relatos de terror en los que muy bien podría encajar el personaje de Andrés, duque de York. En este caso es un príncipe malo, obseso sexual y acusado de abusar de una menor de edad. El gran argumento en su defensa es que no recuerda haberla conocido y que no suda, tal como le acusa la pobre Virginia Giuffre. En ambos casos existen fotos que desmienten al acusado. Era uno de los asquerosos beneficiar­ios de la red sexual del multimillo­nario Jeffrey Epstein. El problema es que le favorecen sus privilegio­s de cuna, ya que es el segundo hijo varón de Isabel II y su favorito. Andrés Alberto Cristiano Eduardo nació en el Palacio de Buckingham ocupando ya su madre el trono. En el Imperio Romano de Oriente hubiera sido un príncipe porfirogén­eta, que era el prestigios­o título que recibían cuando sus padres eran emperadore­s reinantes. Es decir, los que habían nacido en la púrpura.

Es algo que viene muy bien con el duque de York, porque estamos ante un personaje ocioso que es todo lo contrario de lo que debería significar la nobleza y la caballeros­idad. Es verdad que tuvo un pésimo ejemplo con la vida amatoria de su desapareci­do padre. Desde su nacimiento fue acumulando cargos y honores, sintiéndos­e superior al resto de mortales en una sociedad tan clasista como la británica, donde el acento permite establecer el origen social. Es vicealmira­nte, aunque es un cargo honorífico. Ha ido ascendiend­o sin ningún esfuerzo desde que abandonó el servicio activo en 2001. Es un digno sucesor de sir Francis Drake y aquellos piratas, corsarios y bucaneros que surcaban los mares robando, incendiand­o y violando. Nada que ver con la digna y honrosa Royal Navy. El duque de York, conde de Inverness y barón Killyleagh merecería responder ante la Justicia sin estar amparado por sus privilegio­s. Los escándalos británicos muestran que es muy positivo que las Familias Reales sean muy reducidas, ejemplares y que no se acumulen privilegio­s sin otro mérito que el nacimiento. Es la única vía para que la institució­n sobreviva en el siglo XXI.

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