«Es una lucha por la libertad del mundo» Alfredo Semprún
LasLas grandes palabras no son para usarlas a la ligera y, menos, en un pleito de parte. Al tenista Djokovic, Novak, le salva que las vacunas contra el Covid no son tales, es decir, que no impiden el contagio propio ni el ajeno, por lo que es muy dudoso que se pueda dictar su obligatoriedad, como ocurre con otros inmunizantes que han borrado de la faz de la tierra enfermedades que martirizaban al género humano.
Por supuesto, se puede discutir, de hecho se discute, si es lícito que una persona se niegue a vacunarse, en tanto que las consecuencias de su acto sólo le afectan a sí mismo, pues está probado que quienes se infectan de Covid sin estar vacunados sufren la enfermedad con mayor gravedad, incluso, con riesgo de sus propias vidas. Con un factor añadido, que colapsan unos sistemas sanitarios ya muy exigidos. Ahora bien, con razón o sin ella, la mayoría de los poderes públicos y las organizaciones de derecho privado, entre las que se encuentra la Asociación Profesional Profesional de Tenis, han establecido unas medidas para tratar de reducir la incidencia de los contagios y, entre ellas, está la obligación de vacunarse si se quiere ser admitido en la celebración de actividades deportivas o culturales. Y su hijo, señor Djokovic, simplemente, ha intentado, desde la influencia de su extraordinaria competencia profesional, saltarse las normas. Casi se sale con la suya, pero la reacción general de quienes, aunque no les guste, cumplen con lo establecido, ha llevado al gobierno de Australia a rectificar. No digo que esté bien, pero es lo que hay, para todos.