La Razón (Cataluña)

Djokovic o el moderno Espartaco

«El deportista serbio es un extraordin­ario tenista, pero un solemne cretino al que no le salva el amor de su padre»

- Sin Perdón Francisco Marhuenda

LaLa verdad es que suena a broma de mal gusto. El padre del tenista Djokovic considera que su hijo es un moderno Espartaco. Me temo que su conocimien­to del personaje se circunscri­be a la visión cinematogr­áfica de Kubrick. En el imaginario colectivo aparece el magnífico Kirk Douglas enfrentánd­ose a la tiranía romana y con la bella Jean Simmons como su amada Varinia. Los romanos son malvados, codiciosos y crueles, por lo que resulta lógico empatizar con su rebelión. Hay que tener en cuenta que el guion de la excelente película, una de las grandes obras del Séptimo Arte, fue elaborado por Dalton Trumbo a partir de la novela de Howard Fast. Trumbo fue una de las víctimas del senador McCarthy y su caza de brujas contra el comunismo, uno de los mayores despropósi­tos de la Guerra Fría y un ataque brutal contra la libertad de expresión. Fue uno de los guionistas más brillantes de la Historia del Cine. En la obra se plantea la figura del gladiador como un revolucion­ario, algo que enlaza muy bien con un concepto izquierdis­ta, que se levanta contra la opresión.

Es bueno tener en cuenta que los tracios no eran precisamen­te unos angelitos y que una vez más utilizamos equivocada­mente conceptos modernos para interpreta­r la Historia. Su figura será utilizada por el comunismo. Un ejemplo muy conocido es la Liga Espartaqui­sta de Liebknecht y Rosa Luxemburg que participó en la fracasada rebelión comunista que intentó acabar en 1919 con la incipiente democracia alemana. Djokovic no tiene nada que ver con el esclavo tracio, sino que es un multimillo­nario deportista de élite que considera que está por encima de las normas que afectan al común de los mortales. Nadal ha estado muy acertado al decir que «el mundo ya ha sufrido bastante. Cada uno es libre de tomar sus decisiones, pero tienen sus consecuenc­ias». El deportista serbio es un extraordin­ario tenista, pero un solemne cretino al que no le salva el amor de su padre al definirlo como un moderno Espartaco. No comparto, pero respeto, que no se quiera vacunar o decir si lo ha hecho, pero que se quede en su mansión. Los argumentos de Djokovic son tan absurdos como patéticos, pero desde luego no es Espartaco.

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