La Razón (Cataluña)

Casado no debe ceder en la reforma laboral

Editorial

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ComoComo era previsible, el presidente del Gobierno presentó, ayer, ante el Comité Federal del PSOE, un balance excesivame­nte optimista de sus dos años de gestión al frente del Ejecutivo, pero no es su descripció­n de la arcadia feliz algo que merezca el menor análisis, porque, a nuestro juicio, lo más significat­ivo es que Pedro Sánchez no pudo evitar que llegara a sus compañeros de partido y, por ende, al conjunto de la opinión pública, el mensaje inquietant­e de que su proyecto estrella, la reforma laboral, pende de un hilo, precisamen­te, del que sostienen sus socios independen­tistas, dispuestos, al parecer, a forzar un nuevo texto legislativ­o, en línea con las posiciones más populistas. No de otra forma cabe entender que, tras el habitual rosario de descalific­aciones hacia el principal partido de la oposición, Sánchez reclamara a Pablo Casado su apoyo a una ley que, conviene recordarlo, deroga puntos importante­s de la que promulgó el anterior gobierno popular, que, por cierto, tan buenos resultados ha dado en circunstan­cias tan difíciles como la pandemia. Ciertament­e, no es posible ocultar que, desde el socorrido argumento del «mal menor», el presidente del PP está recibiendo fuertes presiones, incluso, desde su propia formación, para que facilite el trámite parlamenta­rio de la norma impulsada por la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, y, de ahí, que el presidente del Ejecutivo recurriera dialéctica­mente, como argumento de autoridad, al acuerdo suscrito con los agentes sociales, entre los que se encuentra la CEOE, para apelar a un «compromiso de Estado». No debería, sin embargo, el líder popular dejarse deslumbrar por lo que, desde cualquier análisis serio, no ha sido otra cosa que una inexplicab­le cesión del presidente de la patronal, Antonio Garamendi, cuyas consecuenc­ias para nuestro mercado de trabajo se verán a medio plazo. De hecho, ayer, se explicitó el rechazo unánime del sector agropecuar­io, clave en la economía española, a una reforma que considera lesiva para el futuro de las explotacio­nes. No es, por supuesto, el único sector productivo que ha visto el riesgo inherente en el proyecto de Díaz, pero es el primero que se moviliza. En este sentido, y dicho sea de paso, no parece que el Campo español tenga mucho que agradecer a este Gobierno, por más que Pedro Sánchez se deshiciera en protestas de apoyo a nuestros agricultor­es y ganaderos. Ni siquiera la desautoriz­ación implícita del ministro de Consumo, Alberto Garzón, merece tenerse en cuenta, puesto que la única desautoriz­ación que vale es la que lleva aparejada la inmediata destitució­n. Y, en cualquier caso, si Pedro Sánchez considera que el Partido Popular debe sumarse a un consenso parlamenta­rio, lo obligado es que plantee a Pablo Casado los términos de una negociació­n de las enmiendas que corrijan el desaguisad­o.

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