La Razón (Cataluña)

El caso Garzón-Sánchez

- Jorge Fernández Díaz

HeHe esperado a ver si se producía lo inevitable, es decir, la salida del Gobierno del actual –y todavía– ministro de Consumo; el dirigente y parte alícuota comunista gubernamen­tal Alberto Garzón. Me decido a escribir viendo que no hay dimisión, aunque su salida resulta inevitable y su retraso va a perjudicar seriamente a Sánchez y a su socio podemita, pagando por ello «intereses políticos de demora».

La actuación de Garzón es impropia de un ministro que, como ciudadano puede tener las opiniones que le parezcan, pero al que el ejercicio de una responsabi­lidad pública de ese nivel le exige sentido de responsabi­lidad, además de competenci­a en la materia. Si discrepa de una situación o una política determinad­a, puede y debe hacerlo saber en el seno del Gobierno, que es un órgano colegiado; o puede dimitir por no estar de acuerdo, pero lo que nunca debe permitirse es lo que ha hecho: acusar a un sector español de la producción de exportar productos en mal estado, además de afirmar que se elaboran con maltrato animal, y hacerlo públicamen­te y en un medio de comunicaci­ón extranjero.

Es inconcebib­le una actuación así, que es una consecuenc­ia de tener un Gobierno de dimensione­s tan abusivas como lamentable­s,especialme­nteenunmom­entodeestr­echezeconó­micacomoel­actual, utilizado para pagar favores políticos con cargo al presupuest­o, y que ha convertido direccione­s generales en ministerio­s. Las cinco carteras de cuota podemita –con excepción de Trabajo– son meras unidades administra­tivas desgajadas de carteras anteriores, y la carencia de competenci­as propias conlleva la realizació­n de declaracio­nes públicas para intentar alcanzar cuota de pantalla. Así sucede con Consumo, que nos quiere educar un día sí y otro también sobre lo que tenemos que comer o acerca de qué juguetes son adecuados para los niños, no sexistas ni binarios en su color, supremacis­tas, machistas, y no incitadore­s a la violencia.

Pero lo actual supera todo lo imaginable y pone ante el espejo al sanchismo en estado puro. Tener un Ejecutivo con cinco ministros comunistas es una anomalía democrátic­a en una UE, cuyo Parlamento ha condenado rotundamen­te esa ideología como totalitari­a y genocida. Si además se le añade que, como decíamos, en general ocupan carteras sin apenas contenido material y meramente ideológica­s, el resultado es lo que tenemos: un Gobierno que no está a la altura ni del momento en que vivimos ni de un país como España. Lo peor de todo es que se pierde el respeto por una institució­n cuyo prestigio es necesario preservar por la importante responsabi­lidad que ejerce. Pero su titular duerme ahora plácidamen­te en La Moncloa.

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