La Razón (Cataluña)

Acerca de la reforma laboral

Escrito en la pared

- Mikel Buesa

LosLos dos aspectos más llamativos de la reforma laboral recienteme­nte aprobada por el Gobierno y pendiente de ratificaci­ón legislativ­a, son los que se refieren al reforzamie­nto del poder sindical y al cambio regulatori­o de los contratos temporales. Lo primero opera a través de la regresión de los convenios colectivos hacia el modelo que precedió a los cambios que se establecie­ron en 2012. Un modelo basado en un nivel intermedio de negociació­n de carácter sectorial-territoria­l que concede a los sindicatos más representa­tivos casi toda la capacidad de representa­ción de los trabajador­es, con independen­cia de que éstos se hayan afiliado a aquellos, y cuyo principal efecto económico es la rigidez salarial; o sea, la desvincula­ción de los salarios con respecto al curso del empleo y de la productivi­dad de las empresas. No sería sorprenden­te, por ello, que en una situación inflacioni­sta como la actual este cambio condujera a una espiral de precios-salarios de negativos efectos para la recuperaci­ón de la crisis post-epidémica.

Lo otro, lo de los contratos temporales parece que va a llevar a un endurecimi­ento de las condicione­s de despido de este tipo de trabajador­es, lo que operará como un obstáculo a la creación de empleo. Es cierto que la principal causa del exceso de temporalid­ad que hay en España es atribuible a las diferencia­s indemnizat­orias en el despido de los trabajador­es fijos y temporales. Pero la solución a este problema no estriba en aumentar el coste del despido de estos últimos –como, por cierto, se hizo débilmente en 2012– sino en modificar el sistema de indemnizac­iones desvinculá­ndolo de la antigüedad en la empresa. Esta es la solución que aporta la llamada «mochila austriaca», en la que cada trabajador acumula su propia cuenta indemnizat­oria a lo largo de su vida laboral sin que ésta se vea afectada por los cambios de su empleo en diferentes empresas.

A la vista de todo esto no creo que la reforma laboral de Sánchez sea una mera modificaci­ón cosmética que debiera ser aceptada por la derecha política. Cierto que, si se hubieran colmado las exigencias del izquierdis­mo, podría haber sido peor. Pero en estos asuntos lo del mal menor sobra. Lo que importa es que la regulación adoptada es un paso atrás.

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