«Las benévolas», un viaje al infierno del nazismo
► El norteamericano Johanthan Little escribió esta novela en francés después de más de un año de estudio y viajes para documentarse sobre el Holocausto
Su llegada supuso una sensación y no era para menos. Dura, inesperada y descriptiva hasta una minuciosidad que algunos llamarían sin complejos excesiva. «Las benévolas», que ganó el Premio Goncourt, allá por 2006, convirtió a su autor, Jonathan Little, en una referencia de la noche a la mañana, y puso en la mente de los lectores el nombre de su protagonista, Max Aue, un oficial de las SS, que desde los arrabales de la senectud recuerda, hace memoria y da las pautas de una biografía, la suya, que le permitiría entrar con toda gloria, pompa y alarde en el catálogo de los personajes de ficción más infames y abyectos. El tipo, bien encuadrado por el autor y dotado de unas coordenadas morales que no dejan a nadie indiferente, es de esos protagonistas que no tienen desperdicio. Un ejemplar que va dando cuenta de los pasos y jalones que ha recorrido sin que le tiemble la voz y, mucho menos, le tremole la conciencia. Inicia su discurso con un vago intento de demostrarnos que él no es nadie especial, que él es igual que todos los demás, un hombre corriente, como cualquier otro, pero las páginas que sobrevienen a continuación lo desmienten y refutan en cada uno de sus argumentos, aunque sus palabras hieren y calan peligrosamente. No da tregua, el chaval ni en el principio. Narra cómo es incorporado a una unidad nazi encargada de la «limpieza», eufemismo con lo que se ha venido a llamar cometer asesinatos con total impunidad. Mientras atraviesa Ucrania con otros abanderados del Tercer Reich, comete todo tipo de tropelías y encima las narra con un grado de detalle que frisa en los esperpéntico, como si en la confesión fuera implícita la absolución, aunque en este caso no habría monje ni sacerdote ni beato que diera tregua ni alivio a sus últimos escrúpulos y dudas. Los lectores siguen sus pasos desde esos confines hasta los barrios de Stalingrado. Allí será herido, allí debatirá con un ruso sobre el comunismo y el nazismo, y allí será rescatado antes de que el avance alemán se suma en el mayor de los abismos posibles.
Una odisea moral
Toda esta odisea a través de la perversidad de la Segunda Guerra Mundial y de la naturaleza humana le vino a Jonathan Little de la imagen de una mujer ahorcada por los nazis. Una fotografía que le emplazó a indagar en qué existe detrás de los asesinatos instigados por los Estados. Una preocupación que le condujo al nazismo y a tratar de sondear el alma de unos hombres, habría que decir también sociedad, que se entregaron a aquella barbarie, en algunos casos, habría que especificar, con autentico deleite y sin el freno de los remordimientos ni tampoco el sentido de lo que está bien y está mal. El resultado de esta auténtica autopista literaria, porque la obra no solo es enjundiosa, sino también prolija y abundante, es asomarnos a la realidad desbordante, inquietante y hasta preocupante de que, en efecto, hay corazones encogidos desde su nacimiento por la bondad, pero otros, muchos, más de los que pensamos, que están envueltos en las penumbras del egoísmo y la maldad.