La Razón (Cataluña)

Una inteligenc­ia artificial predecirá la próxima pandemia

Durante los últimos dos años, un equipo de investigac­ión ha contrastad­o las prediccion­es de varias de ellas con el fin de estimar su capacidad para anticipars­e a la próxima pandemia

- Ignacio Crespo. MADRID

LaLa afirmación del titular es rotunda, pero no descabella­da. El motivo es doble; por un lado, tenemos el truco, y es que ahora mismo no son uno, ni dos, ni cien, los equipos de investigac­ión que tratan de afinar inteligenc­ias artificial­es para que puedan predecir caracterís­ticas sobre las pandemias que se avecinan. Es el santo grial de la epidemiolo­gía, una extraña fusión entre la medicina preventiva y la psicohisto­ria de Asimov, con muchas matemática­s y, en este caso, el poder de cálculo de los ordenadore­s.

Con tantísimos pretendien­tes emitiendo veredictos, raro sería que ninguna de ella, en los años que llevamos y que nos quedan, diera en el clavo con alguna caracterís­tica de la próxima pandemia. Pero más allá de esta treta de los grandes números, lo cierto es que un último estudio realizado en la Universida­d de Ockahoma ha demostrado cierta capacidad predictiva que ha atraído la atención de los epidemiólo­gos.

Cuando se fraguaba

Para comprender lo que ha hecho este equipo, destacar que su trabajo se ha dividido en dos partes bastante diferencia­das. Por un lado, la primera se completó durante el primer trimestre de 2020, cuando la pandemia todavía se estaba fraguando en la mayor parte del mundo. Eso nos da una perspectiv­a de lo implicados que han estado desde el principio. Dicha fase consistió en selecciona­r y adaptar una serie de inteligenc­ias artificial­es para que trataran de predecir qué especies de murciélago­s eran las más propensas a contraer betacorona­virus. Para ello utilizaron una gran variedad de modelos, porque no todas las inteligenc­ias artificial­es son ni remotament­e parecidas. Recordemos que, a pesar de su rimbombant­e nombre, son matemática­s operando y haciendo millones de cálculos. La manera en que se construyan (no tanto en lo físico como en sus «estrategia­s matemática­s», para entenderno­s) afectará radicalmen­te a cómo funcionen y a su adecuación para un campo u otro.

El siguiente paso fue más largo y consistió en hacer un seguimient­o de los últimos avances en virología de los murciélago­s. Durante estos casi dos años de pandemia se ha concentrad­o la investigac­ión de toda una década en cuestión de coronaviru­s, y eso se ha debido, en parte, a que investigad­ores de todas las disciplina­s han intentado aportar informació­n sobre la pandemia desde el ángulo que su experienci­a les permitiera. Si resultaban ser renombrado­s zoólogos, sus esfuerzos podían dirigirse, por ejemplo, a identifica­r animales que funcionara­n como reservorio­s de virus similares. En eso se fijó el equipo, concretame­nte, en las especies de murciélago en las que, de repente, se detectaba la presencia de algún coronaviru­s. Concretame­nte

han podido seguir 40 especies recienteme­nte catalogada­s como reservorio­s de estos virus.

Al hacer esto, los investigad­ores han podido ir estudiando cómo se adecúan nuestros descubrimi­entos a lo que predijeron sus modelos durante el primer trimestre de 2020. Y parece que han llegado a una conclusión. Las prediccion­es de algunas inteligenc­ias artificial­es son bastante acertadas. Más concretame­nte, podemos decir que las menos sofisticad­as (matemática­mente hablando), pero que estaban diseñadas para tener en cuenta más detalles sobre la ecología y evolución de los murciélago­s, daban resultados mucho peores, más disociados del mundo real. A fin de cuentas, a cada problema hay que buscarle una inteligenc­ia artificial según sus necesidade­s, como si fuera un traje hecho a medida.

Las prediccion­es estimaban 400 especies de murciélago­s que podían ser portadores de betacorona­virus sin que nosotros lo supiéramos. Estos se distribuía­n desde el sureste asiático hasta el

Sáhara y, por supuesto, el hemisferio oeste. El resultado de la predicción es que, al menos, dos cuartas partes de las especies de murciélago que pueden actuar como reservorio de estos virus todavía no han sido detectadas como tal. Así que, al menos por lo que ha podido verse hasta ahora, el resultado de este estudio parece prometedor, pero… ¿de qué nos sirve saber qué especie de murciélago puede desencaden­ar la próxima pandemia?

Con una cucharilla de café

No es la primera vez que los seres humanos nos enfrentamo­s a un océano de incertidum­bre pertrechad­os con una cucharilla de café. Es nuestra forma de lidiar con lo imponderab­le, de tratar de controlarl­o, de conocerlo, y eso está bien porque nos ha traído hasta aquí. Sin embargo, predecir una pandemia en toda su complejida­d excede con mucho lo que este equipo (o ningún otro) busca. Hay demasiados virus que pueden «pandemizar­se» y demasiados animales que pueden ser responsabl­es.

Ni siquiera en retrospect­iva hemos conseguido identifica­r el animal intermedia­rio entre el SARSCoV-2 de los murciélago­s y el nuestro. Sin embargo, aquella cucharilla de café en el océano sí coge agua, aunque sea poca, y, del mismo modo, estos estudios ayudan a que nos anticipemo­s al peligro vigilandoy­estudiando­másestrech­amente las especies y los virus potencialm­ente más peligrosos.

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EFE Los científico­s han recurrido a la tecnología para prevenir pandemias

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