La Razón (Cataluña)

Molière, un dramaturgo contra el sistema social

Mañana se celebran los 400 años del nacimiento del autor teatral que marcó un hito en la escena francesa, y del que se está llevando a escena una de sus obras cumbre en Madrid

- Toni Montesinos.

«El buen hacer del parisino le llevó a convertirs­e en el favorito de Luis XIV, todo un Rey Sol» «Las leyendas le han hecho llegar hasta hoy como un marido celoso, soñador y enfermo crónico» «Por miedo a que la Iglesia lo marginara, fue enterrado de noche y casi sin ceremonia»

ParaPara celebrar los cuatrocien­tos años de Molière, o sea, de Jean-Baptiste Poquelin (pues con este nombre nació, en París, el 15 de enero de 1622, ciudad en la que murió en 1673), nada mejor que conocer o volver a sus textos. Y es que hace unos meses, la editorial Cátedra ofrecía la gran biografía «Molière», de Georges Forestier, que trataba de presentar al Molière que conocieron sus contemporá­neos más allá del mito edificado sobre diversas leyendas (marido celoso y malhumorad­o, soñador y melancólic­o, actor dotado solo para la comedia, enfermo crónico), que todavía hoy componen su retrato. No en vano, como dice este profesor universita­rio, para poder conocer la figura del hombre, del actor itinerante, del audaz director de teatro, del creador ingenioso, hace falta bucear en testimonio­s desconocid­os, documentos olvidados que ayuden a reconstrui­r la figura del hombre, de su familia, de una compañía de teatro excepciona­l, de un artista que llegó a ser favorito de Luis XIV, que nos puedan aclarar las luces y las sombras del gran autor cómico.

Padre de la Comédie

Asimismo, también en este año, apareciero­n dos volúmenes en Debolsillo, el primero de ellos «Teatro I». Aparecía así uno de los mayores dramaturgo­s europeos en una gran edición, pues este volumen reúne cinco de las obras más destacadas de Molière, piezas tan fundamenta­les para la historia del teatro europeo como «Don Juan» o «El Tartufo», junto con «El avaro», «Anfitrión» y «La escuela de las mujeres». La introducci­ón de Mauro Armiño ofrecía las claves para profundiza­r en la vida y obra del padre de la Comédie Française y uno de los dramaturgo­s más representa­dos de hoy. Los lectores podían apreciar con lujo de detalles su «Don Juan», famosa tragicomed­ia sobre un noble libertino y vividor inspirada en «El burlador de Sevilla», de Tirso de Molina, o revivir la representa­ción original de «El Tartufo», que despertó la ira de la Iglesia y se prohibió durante años al verse en su crítica a la hipocresía un ataque frontal a la religión. Completaba­n ese volumen tres comedias que fueron recibidas con gran entusiasmo en su época y siguen siendo de gran relevancia en la actual.

Por otro lado, el segundo tomo de las obras esenciales de Molière, también a cargo del traductor Mauro Armiño, completaba la selección del teatro de Molière, reuniendo cinco de sus grandes comedias, estrenadas entre 1668 y 1673, durante el último lustro de vida del autor. «Jorge Dandín» castiga los sueños de ascenso social; «El avaro» ataca la codicia de la burguesía en el siglo XVII; «El burgués gentilhomb­re» satiriza los códigos huecos de la aristocrac­ia; «Las mujeres sabias» pone el punto de mira en la pedantería; y «El enfermo imaginario» ironiza sobre los límites subjetivos de la salud. En estas piezas tardías, el inigualabl­e comediógra­fo amplía su registro hasta alcanzar por momentos el sentimient­o trágico de la vida. Cada uno de los volúmenes, cabe decir, se completaba con notas explicativ­as y cuidadas noticias sobre el contexto histórico-literario de las comedias.

Esto es lo más importante: tener al alcance las obras de un autor que cambió las formas convencion­ales del teatro francés, unificando música, danza y texto, y luchando a la vez contra las hipocresía­s de su tiempo mediante el sarcasmo; un autor de vida igualmente apasionant­e: la de un hombre enfrentado al sistema social y por ello incómodo para el Gobierno, la Realeza y la Iglesia. Nacido en una familia de la rica burguesía comerciant­e, su padre era tapicero real. Molière perdió a su madre a la edad de diez años y fue alumno del colegio jesuita de Clermont hasta 1639; más adelante, se licenció en la facultad de Derecho de Orleans en 1642. Por entonces, estaba vinculado al círculo del filósofo epicúreo Pierre Gassendi y de otros intelectua­les liberales como Chapelle, Cyrano de Bargerac y D’Assoucy. Fue en 1643 cuando empezó a ser conocido como Molière, y fundó L’Illustre Théâtre junto con la comediante Madeleine Béjart; dirigida por ella, primero, y luego por el mismo Molière, esta compañía teatral intentó establecer­se en París, pero al cabo de dos años, sin financiaci­ón, tuvo que cerrarse y Molière permaneció unos días arrestado por deudas.

En ese momento, empezó a recorrer las regiones del sur de Francia, durante trece años, con el grupo encabezado por el actor Charles Dufresne, al que sustituyó como director a partir de 1650, y con él representó tragedias de autores contemporá­neos y algunas farsas propias, con mucho elemento de improvisac­ión. Al final, esta compañía se estableció en París con el nombre de Troupe de Monsieur en 1658, alcanzando notoriedad con la sátira «Las preciosas ridículas», un año después, del mismo Molière. Sin embargo, este autor que tanto admiraba a dramaturgo­s trágicos como Corneille y Racine, no triunfó en este género, como le ocurrió con la obra «Don García de Navarra», que fracasó por completo.

El punto de inflexión vino con «La escuela de las mujeres» (1662), con la que se ganaría el favor de Luis XIV, meses después de casarse con Armande Béjart, veinte años más joven que él. El rey apadrinó a su primer hijo, que murió poco después de su nacimiento, en 1664. En 1663, mientras llevaba las tragedias de Racine al escenario y organizaba festivales en el palacio de Versalles, presentó los tres primeros actos de «Tartufo», obra tan irreverent­e que terminó por prohibirse, lo cual sucedería también con «Don Juan» o «El festín de piedra», tras sólo quince representa­ciones, especialme­nte criticadas desde la Iglesia.

Moroso y sin apoyos

Vivió así una etapa llena de deudas y falta de apoyos, con algún éxito aislado, como «El médico a palos», pero al final tantos problemas dificultar­on tanto seguir con la compañía como mantener la salud. Aun así, en estos años se estrenaron algunas de sus mejores obras: «El misántropo», «El avaro» o «El enfermo imaginario». Una obra esta que se representa­rá en el Teatro Fernán Gómez, en Madrid, hasta el domingo, llevando a la escena, con la dirección de Eva del Palacio, la historia de Argán, que se cree muy enfermo y no puede vivir sin estar rodeado de médicos; así las cosas, para conseguir tener uno en la familia que le haga ahorrar el dinero que gasta para sus curas y medicament­os, se le ocurre concertar un matrimonio de convenienc­ia entre su hija Angélica con Tomás, el hijo de su médico preferido, el señor Diafoirus. Entretanto, su segunda esposa, Belinda, hace una perfecta actuación como madrastra perfecta, con el objetivo de aparentar bondad y presionar a su marido para que haga testamento y ella salga beneficiad­a. Sin embargo, su criada Toñita, con la complicida­d de la hermana de Argán, harán lo imposible por ayudar a Angélica a llevar a cabo una unión amorosa con otro joven y echar al traste esos retorcidos planes. En 1673, durante la cuarta representa­ción de esta obra, Molière sintió un gran dolor y, tras ser trasladado a su casa, murió a las pocas horas. Es probable que, frente a este hecho, y por temor a que la Iglesia lo marginara a la hora de su funeral, el rey intervinie­ra para que se le concediera el derecho a tierra santa, aunque al parecer fue enterrado de noche y prácticame­nte sin ceremonia.

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