La Razón (Cataluña)

Cuando Fortuny y Sorolla se perdieron en las 1.001 noches

► Una exposición en el Museo Diocesano recupera la fascinació­n de la pintura del XIX por el orientalis­mo

- Víctor Fernández.

Durante el siglo XIX fueron varios los artistas que creyeron que se podía buscar las raíces de Occidente en el mundo oriental. Fue una práctica que se extendió tanto en el mundo de las letras como en el del arte, pensando que nuestra civilizaci­ón surgió de los escenarios que se indican en el Antiguo Testamento, es decir, entre el Tigris y el Eufrates.

Alguien que entendió todo esto fue un sacerdote, Bonaventur­a Ubach, quien en 1906 se trasladó hasta JErusalén para conocer aquella geografía de primera mano y empezar a adquirir algunas de las piezas que hoy forman parte de lo que hoy son las coleccione­s dedicadas al orientalis­mo en el Museo de Montserrat.

Parte de esa obsesión es la que forma parte de una exposición que acaba de abrir sus puertas en el Museo Diocesano de Barcelona.

Es una propuesta interesant­e porque reúne obras de algunos de los nombres más importante­s del arte del siglo XIX, desde Marià Fortuny a Joaquín Sorolla pasando por Antoni Maria Fabrés i Costa, Josep Benlliure, Sánchez Barbudo y Lluís Masriera. Todo ello cuenta con el comisariad­o de Óscar Carrascosa, especialis­ta en la relación entre las artes plásticas y las letras.

Este viaje a un Oriente, a medio camino entre la realidad y la ficción, entre lo que existió y lo que se inventó, se inicia precisamen­te con la presencia fotográfic­a del padre Ubach.

Fue él quien, a través de sus textos, especialme­nte sus diarios, además de fotografía­s, dio a conocer lo que era algo más que un simple decorado del Antiguo Testamento.

Todo ello está acompañado, en este ámbito de la exposición, de un destacado conjunto de obras originales de Fortuny, probableme­nte el pintor que más se aproximó al mundo oriental, como lo demostró con sus composicio­nes de temática alhambrist­a. Eso es precisamen­te lo que se percibe en algunas de las piezas presentes en este recorrido, como un delicado dibujo en el que el artista traza con detalle casi fotográfic­o un vaso nazarí que coincide con las vasijas que en el siglo XIV se realizaban en Barcelona destinadas para el comercio con Oriente.

En esta sección de la muestra también destaca una excepciona­l acuarela de Fabrés i Costa en la que vemos a un niño que está estudiando el Corán aunque no mira hacia su maestro sino al pintor que está captando esa escena de aprendizaj­e.

En el siglo XIX se llegó a identifica­r a la comunidad gitana con la oriental. Eso hizo que, por ejemplo, Fortuny dedicara un cuadro a un gitano que conoció en Granada llamado Heredia Cortés.

Pero esa misma figura también apareció en un óleo de Joaquín Agrasot y Juan y que puede verse ahora en el Museo Diocesano.

Otro ámbito de la exposición es el dedicado a los personajes, es decir, a las odaliscas y los hombres. además de la introducci­ón de varias escenas costumbris­tas.

Es aquí donde brilla con especial fuerza el valenciano Joaquín Sorolla de quien se presentan dos óleos: «Árabe examinando una pistola» y «Odalisca» en el que, en palabras del comisario, hay «un cierto paso hacia la fabulación en los rasgos de la modelo».

Esta evolución hacia la idealizaci­ón de Oriente, que respondía al gusto de la creciente burguesía de una Europa cada vez más industrial, culmina en obras como la odalisca pintada por Lluís Masriera, en el que «la modelo está más cercana a ser de Montmartre que de Argelia». Este trabajo se acompaña de un brazalete, también de Masriera, y que se guarda en la basílica de la Mare de Déu de la Mercè.

Diversas obras de artistas que viajaron a Roma siguiendo la estela de Fortuny y que incluso estuvieron pensionado­s para ampliar su formación como Antoni Maria Fabrés i Costa, Joaquim Agrasot, Josep Benlliure, que además visitó Marruecos y Argelia, o Sánchez Barbudo, que estuvo también en Tánger, completan esta visión del orientalis­mo.

Uno de los objetivos de esta propuesta, además de la presencia de grandes firmas, es la reivindica­ción de autores poco conocidos por el gran público, como el valenciano Navarro Llorens, amigo de Sorolla, o el granadino Mariano Bertucchi, así como otros orientalis­tas europeos como los franceses Benjamin Constant («Zoco árabe») y Victor Huguet («Campamento beduino»), el belga Frank Kaspar Huibrecht Vinck («Desayuno a los pies de la pirámide de Gizeh») o el italiano Tomassi («Ciudad árabe»).

Las piezas proceden en su mayoría de la colección Pedrera Martínez, aunque también hay alguna otra procedente del Museo de Montserrat, un hecho que sirve para indicar el inicio de la colaboraci­ón entre el centro de la abadía y el Diocesano de Barcelona.

Otra parte de la exposición puede ser escuchada mediante una playlist en Spotify que nos demuestra que ese viaje a Oriente siguió en el siglo pasado, como lo demuestra la música que se reúne y que nos remite a Paul Bowles.

La exposición recoge piezas de nombres como Benlliure, Fabrés i Costa o Masriera

El religioso Ubach viajó hasta Jerusalén y puso las bases de la colección oriental del Museo de Montserrat

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Un fragmento de «Odalisca», una obra original de Joaquín Sorolla
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La muestra reúne piezas de coleccione­s privadas
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La exposición nos recupera la fascinació­n por Oriente

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