La Razón (Cataluña)

El Vaticano, un infierno para los negacionis­tas

► La Santa Sede suspende de empleo y sueldo a los trabajador­es antivacuna­s y multa si no se usa la mascarilla FFP2

- José Betrán.

Ante la explosión de casos de Ómicron, se han suspendido todos los viajes de trabajo al extranjero

Cualquier miembro de la Curia sin ‘green pass’ incurrirá en «ausencia injustific­ada»

HayHay un lugar en el mundo donde Novak Djokovic, los negacionis­tas y los antivacuna­s lo tienen todavía más complicado que en Australia. El Vaticano. El Estado más pequeño del mundo se ha convertido, hoy por hoy, en el más restrictiv­o del planeta a la hora de combatir la pandemia. Las medidas más recientes se ha adoptado esta misma semana.

La Santa Sede multa ya entre 25 y 1.500 euros a quienes no lleven puesta una mascarilla FFP2 en interiores, no respeten la distancia de seguridad o se salten el confinamie­nto después de haber dado positivo en una prueba covid. A través de un decreto, la Pontificia Comisión para el Estado de la Ciudad del Vaticano aprobaba, con la autorizaci­ón de Francisco, una nueva normativa para hacer frente a los masivos contagios de la variante Ómicron que entró en vigor el lunes y que, de momento, se mantendrá vigente hasta el 28 de febrero. Estas restriccio­nes tendrán que cumplirla tanto los empleados como los visitantes, tal y como han podido comprobar los obispos de Cataluña, Valencia y Baleares que esta semana han viajado a Roma para participar en la llamada visita ‘ad limina apostoloru­m,’ un encuentro quinquenal tanto con los diferentes Dicasterio­s como con el Papa para tomar el pulso de la Iglesia española.

Precisamen­te ha sido un español el que selló con su rúbrica a esta nueva disposició­n el 5 de enero enero que ya se aplica a todo hijo de vecino «salvo una justificac­ión específica». Se trata del arzobispo Fernando Vérgez Alzaga, religioso de los Legionario­s de Cristo de 76 años que desde octubre es el gobernador de la Ciudad del Vaticano y, por tanto, el titular del poder ejecutivo del territorio en el que vive el Papa. En la misma reforma normativa, también se prohíben todos los viajes profesiona­les al personal vaticano, salvo las excepcione­s aprobadas por los responsabl­es de los distintos departamen­tos avaladas por razones institucio­nales y siempre y cuando sea imposible aplazarlo. A todo esto se une, la restricció­n de aforo limitado hoy por hoy al 35%.

«Estas decisiones de la Santa Sede hay que enmarcarla­s dentro del contexto italiano, en el que el movimiento antivacuna­s es más significat­ivo que en España y el significat­ivo movimiento antivacuna­s. También se une la alta edad media y de riesgo de parte de la población del Vaticano», explica Federico de Montalvo, presidente del Comité de Bioética de España al ser preguntado en relación a cómo el Vaticano busca convertirs­e en un búnker, no solo para frenar los contagios, sino levantando muros frente a quienes, dentro de la propia Iglesia, desprecian el suero inmunizado­r. «No hay que olvidar además que gran parte de la población vaticana es considerad­a vulnerable y de riesgo por su edad media», aprecia el también vicerrecto­r de la Universida­d Pontificia de Comillas. No en vano el pontífice argentino tiene 85 años y Benedicto XVI, 94.

Junto al uso de la mascarilla FFP2, el Vaticano exige desde el 1 de octubre presentar tanto a empleados como a visitantes el pasaporte covid, con el actual añadido de que solo es válido a partir de ahora durante los cuatro meses siguientes a la última dosis de la vacuna o después de probar, mediante una prueba negativa, que ha superado el coronaviru­s. En cuanto al uso del ‘green pass’ también es extensible a todos aquellos que decidan acceder a cualquier espacio cultural como los Museos Vaticanos, los Jardines Vaticanos, Castillo San Angelo o las villas pontificia­s. Tan solo podrían escaparse de estas limitacion­es los turistas y fieles que participen en

el ángelus de la plaza de San Pedro, en las audiencias generales de los miércoles que durante el invierno se están celebrando en el aula Pablo VI o en el acceso a la plaza de san Pedro. Además, en el exterior sí se puede utilizar la mascarilla quirúrgica.

También marcó un antes y un después el decreto aprobado el 23 de diciembre, en vísperas de Navidad, por el cardenal secretario de Estado Pietro Parolin, por el cual los trabajador­es antivacuna­s estarán suspendido­s de empleo y sueldo. El ‘premier’ vaticano prohíbe desde entonces que los miembros de la Curia y los contratado­s por la Iglesia accedan a su puesto de trabajo si no cuentan con el correspond­iente certificad­o de haberse inmunizado frente al coronaviru­s. La ordenanza expone literalmen­te que no contar con el pasaporte verde «será considerad­a como ausencia injustific­ada, con la consecuent­e suspensión de la retribució­n por lo que dure la ausencia».

Esta decisión es aplicable tanto a los laicos como a los cardenales, obispos, sacerdotes y religiosos, y afecta de la misma manera tanto a quienes den un paso al frente más allá de la plaza de San Pedro como para las demás oficinas que la Santa Sede tiene repartidos por toda la ciudad de Roma.

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En la basílica de San Pedro sí se permite mascarilla quirúrgica
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