Discurso diferente
Algunos piensan que los discursos que el Papa pronuncia ante el Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede a principios de cada año se parecen como dos gotas de agua. Es una opinión equivocada. Basta comparar el del 10 de enero pasado con los de años anteriores para detectar cambios substanciales.
El más destacable ha sido la importancia dada por Francisco no tanto al drama de la pandemia – al que ya se refirió en 2020 y en 2021–, sino la condena del negacionismo basado, según dijo, «en noticias sin fundamento o en hechos poco documentados». Lo que le permitió afirmar que vacunarse es una obligación moral y representa la «solución más razonable para la prevención de la enfermedad».
También ha llamado la atención que en un discurso que resume la visión geopolítica de la Santa Sede no haya la más mínima referencia a China, cuya presenciaen la escena internacional es cada vez más determinante. Como es sabido, el Vaticano y Pekín firmaron un acuerdo provisional sobre el nombramiento de obispos. Acuerdo denostado por algunos sectores eclesiales conservadores y por la ultraderecha norteamericana. Que el Papa no se haya referido a él significa que su andadura entra en la tradicional lógica vaticana de que «más vale un mal acuerdo que la falta de acuerdo».
También ha sido notada la ausencia de referencia sala Federación Rusa ya Estados Unidos. En el primer caso, tal vez sea el preludio necesario para un próximo encuentro entre Francisco y el Patriarca de Moscú Kirill, tan cercano e influyente en el Kremlin. Sobre Biden fuentes vaticanas sostienen que el Vaticano le ha abierto un período de prueba para no obstaculizar sus políticas reformistas frente a la funesta herencia de Trump. Igualmente notable fue la parquedad de alusiones al continente latinoamericano, cuya evolución el Papa argentino sigue tan de cerca.