En carne viva
DesdeDesde que el hombre la descubrió siempre se ha dejado llevar por la carne. Sus primeras representaciones artísticas la veneraban como realza la Cueva de Altamira. Se pinta con adoración lo que se desea cazar. Los alimentos se elevaron a símbolos religiosos y siguen ahí. Destaca el sacrificio del cordero, las vacas sagradas o la prohibición de ingerir cerdo o marisco.
La relación del ser humano con la comida ha sido, como poco, peculiar. La costumbre española de colgar el jamón en un lugar visible se hereda de los judíos conversos. El pernil aireado era un elemento protector ante las persecuciones. Ahora, gracias a las declaraciones del ministro Alberto Garzón, la carne pecadora regresa al centro político.
El debate sobre las grandes granjas, el riesgo de contaminación, el bienestar animal y la calidad del producto ha sido torpemente planteado en un país que presume de ternasco y jamón ibérico.
Hay una batalla ideológica, conflicto medioambiental y lucha comercial, pero, como indicó el líder de UPA, Lorenzo Ramos, el 99,99% de la carne inspeccionada goza de buena calidad.
En el horizonte se aprecian nuevas polémicas como la «FoodTech», la carne cultivada desarrollada a partir de las células de las reses, pero sin ningún animal presente.
Es una réplica teórica de la tradicional que atrae inversiones multimillonarias. La Universidad de Maastrich abrió el camino en 2013, pero EE UU e Israel son los que más investigan la comida tecnológica y Singapur el primero en permitir su comercialización, con los «nugetts» de pollo creados en laboratorio. Aquí no hay gallinas cacareando ni vacas mugiendo. Será un debate «en carne viva».