Cenizas en el reino polinesio de Tonga
► Australia y Nueva Zelanda envían aviones para evaluar los daños
El reino polinesio de Tonga ha quedado aislado del resto del mundo y cubierto por un manto de ceniza tras la erupción este sábado del volcán submarino, Hunga-Tonga-Hunga-Ha’apai, cuya explosión también ha derivado en un tsunami. Preocupados por la incomunicación y por el alcance de los daños, los Gobiernos de Australia y Nueva Zelanda enviaron ayer aviones de evaluación. Las primeras estimaciones sugieren que, aunque los destrozos materiales han sido cuantiosos –especialmente en la costa occidental de su isla más poblada, Tongatapu–, no se ha producido un número masivo de víctimas mortales. Así lo explicó ayer el ministro australiano de Desarrollo Internacional y del Pacífico, Zed Seselja, quien tras los reconocimientos aéreos realizados aseguró que han podido recopilar imágenes y vídeos detallados de cómo se encuentra el país, aunque no tienen cifras de posibles fallecidos. «Sabemos que hay algunos daños significativos en los centros turísticos», afirmó en una entrevista radiofónica. Una de las prioridades era comprobar el estado del aeropuerto, y según explicó, éste se encuentra en condiciones «relativamente buenas». La primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Arden, también ha querido tender la mano al Gobierno de Tonga y ha ofrecido su apoyo no sólo para entender el efecto que ha tenido el volcán sino para ayudar a los más de 100.000 habitantes que viven en este archipiélago compuesto por 170 islas y que está en riesgo de quedar sin agua potable por culpa de la toxicidad de la ceniza. «Todo el mundo quiere establecer la magnitud del impacto. Queremos estar en Tonga y sobre el terreno tan pronto como nos sea posible», aseguró ayer.
Sin embargo, las dificultades para ofrecer asistencia van más allá de los problemas de acceso o a los daños en las infraestructuras. Actualmente, el país no tiene contagios de covid-19 y las autoridades temen que la ayuda internacional propague el virus entre la población. El jefe adjunto de la misión de Tonga en Australia, Curtis Tu’ihalangingie, fue categórico: «No queremos traer otra ola, un tsunami de covid19», señaló a Reuters. «Cuando la gente ve una explosión tan grande quiere ayudar».
Es por ello que el representante gubernamental de Tonga en Australia insiste en la necesidad de tener paciencia mientras se deciden las prioridades de ayuda. De hecho, algunos de los esfuerzos diplomáticos están destinados a la creación de un único fondo de auxilio y a tratar de evitar que las contribuciones privadas colapsen el sistema de reparto. Por el momento, momento, hay dos prioridades al respecto: por un lado, que toda ayuda que se envíe a Tonga debe pasar por una cuarentena, y por otro, que no se permita el desembarco de personal extranjero. Estos puntos esgrimidos por Tu’ihalangingie auguran un proceso que será complejo y tardío.
A pesar de los avisos, instituciones como la Cruz Roja se han puesto manos a la obra para brindar apoyo a la que han denominado como la peor erupción volcánica que el Pacífico ha vivido en décadas. La organización estima que alrededor de 80.000 personas podrían estar afectadas por el tsunami, que también ha dañado el cableado submarino de las telecomunicaciones y ha provocado el corte temporal de la conexión telefónica –ya restablecida en algunas áreas– y la conectividad a internet, que en estos momentos es muy limitada. Precisamente por esta razón, familiares de personas residentes en Tonga no son capaces de contactar con los suyos para conocer cómo se encuentran tras el desastre natural. Ayer se confirmó la desaparición de una ciudadana británica, Angela Glover, que fue arrastrada por las olas junto a su marido mientras rescataban a sus perros. Él sobrevivió pero ella no. Su cuerpo se encontró ayer.
La británica Angela Glover desapareció bajo las olas cuando trataba de rescatar a sus perros