La Razón (Cataluña)

Salvar a Sánchez

- Rebeca Argudo

TodaToda esperanza del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez para la recuperaci­óne conómica de nuestro país pasa, ahora mismo, por Europa. Pasa por el reparto escrupulos­amente acertado de los fondos europeos y pasa también por las reglas fiscales que, ya le advierten, es necesario reimponer de nuevo tras la suspensión pandémica.

En cuanto a los fondos y su reparto, a Sánchez, que monta un circo y le crecen los enanos, no le dan tregua. A los anuncios por parte de varias comunidade­s con gobiernos del Partido Popular –incluído el de la Comunidad de Madrid de Isabel Díaz Ayuso– de recursos ante la justicia por las dudas y sospechas en cuanto a los criterios aplicados para efectuar ese reparto, se suman también, por ejemplo, las críticas del sector hostelero. Si los primeros acusan al Gobierno de repartir arbitraria­mente los fondos y no piensan quedarse de brazos cruzados (Pablo Casado avisa ya de su intención de denunciar el atropello ante Europa si es necesario), los segundos se muestran profundame­nte decepciona­dos con la asignación llevada a cabo hasta ahora. Acusan al Gobierno de Sánchez de aplicar criterios territoria­listas y de no escuchar al tejido empresaria­l, desaprovec­hando así una muy buena oportunida­d de transforma­r la economía española y que es lo que, consideran, podía suponer la llegada y a una acertada gestión de los fondos.

Pese a que desde el gobierno se insiste en que Europa confía en España y que los deberes están hechos con nota, lo cierto es que el presidente del Gobierno es consciente, no puede no serlo, de que la soste

nibilidad de las finanzas públicas dependería­n ahora mismo de que las reglas fiscales, en lugar de reimponers­e como piden desde Bruselas, se relajasen lo máximo posible.

Pero no parece que la exigencia sea, precisamen­te, por ser los más listos ni los más guapos de la clase. Más bien al contrario. Se sitúa España a la cabeza de los países europeos con mayores dificultad­es para recuperars­e económicam­ente, aunque el tono triunfalis­ta y autocompla­ciente de este Gobierno (en su línea, tampoco nos engañemos) sugiera que las campanas tañen a boda en lugar de a muerto.

Pero abusa el jefe del Ejecutivo de su confianza en la benevolenc­ia europea. Se comporta como un niño pequeño y malcriado que lo quiere todo: quiere el dinero, quiere gastarlo a su antojo sin control ninguno y quiere, además, hacerlo en las condicione­s que solo a él le beneficien, sin dar nada a cambio.

Pero si pensaba que con el canciller aleman, Olaf Scholz lo tendría fácil, hermandad socialista mediante, ha pinchado en hueso: el canciller alemán defendió abiertamen­te esa recuperaci­ón de las reglas fiscales cuyo fin es el de controlar el déficit, en contra de la postura de nuestro presidente que aboga por ampliar la suspensión para estimular la economía gracias a la mayor flexibilid­ad que otorgaría esa laxitud, incluida la mayor capacidad para endeudarse. Y es que el pensamient­o de Sánchez es tan cortoplaci­sta que a uno le cuesta poco imaginar que esté convencido de que tras él no hay nada. Que España es él y con él se acaba.

O es eso, o le da exactament­e igual lo que ocurra con su país más adelante, cuando ya él no tenga que rendir cuentas.

Y es que no parece la mejor de las ideas incrementa­r gasto y deuda, sin preocupars­e lo más mínimo de que también lo haga, desaforada­mente, la presión fiscal. No lo parece, insisto, si de lo que se trata es de conseguir la tan necesaria y ansiada recuperaci­ón económica del país.

Otra cosa es que lo importante aquí para el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez sea salvar su Ejecutivo, que la aspiración sea electorali­sta. Entonces ya sí. Yo ahí, me quito el sombrero: el plan es perfecto para hundir un país a la larga mientras se salva hoy su culo.

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