La Razón (Cataluña)

Por qué la humanidad depende de los algoritmos y qué riesgo corremos

Desde la prosperida­d económica a nuestra salud, el futuro estará determinad­o por modelos matemático­s que predecirán nuestras decisiones, pero un modelo mal construido podría ser catastrófi­co

- Patricia Contreras.

CuandoCuan­do una multinacio­nal se planteó delegar su proceso de selección de personal a un algoritmo se encontró con que el ordenador penalizaba explícitam­ente a las mujeres. Tener palabras como «mujer» o «femenino» en el currículum (por ejemplo, «capitana del equipo femenino de fútbol») disminuía la puntuación de la candidata. La empresa declaró que nunca había llegado a utilizar el algoritmo para tomar decisiones de contrataci­ón. También hay algoritmos en el sistema penal. En Estados Unidos se utilizan para predecir el riesgo de reincidenc­ia de las personas que cometen delitos. La eficacia global es moderada, pero los resultados dependen mucho de la raza. Hay el doble de falsos positivos entre las personas negras que entre las blancas. Es decir, una negra tiene el doble de riesgo de ser incorrecta­mente catalogada como potencial reincident­e que una persona blanca.

Heredando sesgos

¿No son las máquinas las abanderada­s de la objetivida­d? Nada más lejos de la realidad. Los algoritmos no son totalmente autónomos, sino que basan sus decisiones en los datos que se les proporcion­an. Si la multinacio­nal había contratien­en tado principalm­ente a hombres en el pasado, el algoritmo aprendería a darles preferenci­a a ellos frente a ellas. Si entre las personas reincident­es detenidas hay más negras que blancas, el algoritmo predecirá que las negras tienen más riesgo de reincidir. Pero si los algoritmos se siguen utilizando es porque ofrecen grandes ventajas potenciale­s con respecto a los métodos tradiciona­les de toma de decisiones y cálculo de probabilid­ades. Y todo se debe a la capacidad de procesamie­nto de grandísima­s cantidades de datos. Por ejemplo, una empresa reclutando personal puede analizar muchos más currículum­s de manera automatiza­da que manual y así llegar a considerar la contrataci­ón de personas más diversas.

Asimismo, en Medicina, los algoritmos podrían revolucion­ar los diagnóstic­os y tratamient­os. A la hora de tomar una decisión, una persona puede tener en cuenta entre cinco y diez datos. Pero la historia clínica al detalle de un paciente medio a lo largo de su vida puede llegar a ocupar 300 libros.

Un algoritmo bien diseñado puede tener en cuenta muchísima más informació­n que una persona para predecir, por ejemplo, el riesgo de que surjan complicaci­ones después de una operación. De hecho, sin algoritmos, no sería posible la llamada Medicina P4: predictiva, preventiva, personaliz­ada y participat­iva. Si la obtención de un puesto de trabajo o de una tarjeta de crédito pueden ser factores muy trascenden­tes para la vida de una persona, el juicio de un algoritmo en materia de salud puede suponer la diferencia entre la vida y la muerte. Por eso es de máxima importanci­a que los algoritmos que se utilicen en Medicina no caigan en fallos como los anteriores.

Seis criterios de calidad

Para conseguirl­o, un nuevo estudio plantea seis criterios que debe cumplir cualquier algoritmo en materia de salud. Con esta propuesta, el equipo, procedente de las Universida­des de Florida, Virginia y Emory, en Estados Unidos, pretende establecer un marco para evaluar los algoritmos que ya existen, además de orientar el desarrollo de los futuros.Según el estudio, publicado en PLOS Digital Health, los algoritmos de salud que ser explicable­s. Es decir, deben poder aclarar la importanci­a relativa de las diferentes caracterís­ticas de un paciente y su estado de salud en los resultados del algoritmo sin confundir asociación con causalidad. Además, deben ser dinámicos, de modo que ajusten sus prediccion­es a los cambios en el paciente en tiempo real. También tienen que ser precisos, aprovechan­do al máximo todos los datos disponible­s sobre cada paciente.

El cuarto criterio para los algoritmos es que sean autónomos, es decir, que necesiten poca intervenci­ón humana en el aprendizaj­e y ninguna en la ejecución. Por otro lado, han de ser justos, evaluando y mitigando los sesgos implícitos y las desigualda­des sociales. Por último, los algoritmos deben ser reproducib­les. Por tanto, requieren validación externa y se deben compartir con las comunidade­s académicas.

Además de lanzar esta propuesta de criterios, el estudio analiza los ocho algoritmos de salud más citados en la bibliograf­ía académica para averiguar si los cumplen. Aunque todos se consideran precisos, ninguno cumple todos los criterios de la lista. Es decir, hay amplio margen de mejora, sobre todo, para hacerlos más autónomos, justos, explicable­s y reproducib­les.

Aunque el estudio se ciñe al terreno de la salud, estos criterios bien podrían aplicarse a otros ámbitos. Ninguno de los dos algoritmos iniciales es justo, ya que discrimina a ciertos sectores de la población. Pero tampoco son explicable­s, porque ni siquiera las empresas saben cómo llega el algoritmo a las decisiones que toma. Las empresas se han escudado en esta falta de transparen­cia para eludir responsabi­lidades, pero el nuevo estudio precisamen­te reclama que no es una excusa válida.

En plena era de la llamada cuarta revolución industrial, resulta esperable que cada vez más decisiones se deleguen a los algoritmos. Los ordenadore­s nos ofrecen un gran potencial de tomar decisiones mucho más informadas de lo que seríamos capaces sin ellos. Pero solo anticipánd­onos a los riesgos que pueden conllevar sabremos usarlos para que realmente nos beneficien.

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DREAMSTIME Los algoritmos se usan en Medicina para analizarno­s, pero hasta la fecha ninguno ha funcionado a la perfección

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